martes, 29 de agosto de 2017

ÚLTIMO DÍA

 
Como es el último día de vacaciones  el paisaje ha querido  dar el espectáculo.

 Sobre el mar horizontal un arco iris. Bajo él pasan los barquitos de pesca que regresan cargados, como ellos yo lanzaría a las redes la foto perfecta con  una frase de autoayuda cursi y feliz.

Para que el juego de luces sea perfecto, una bóveda de nubes blancas y grises filtra el sol a su capricho y, como el foco de un teatro, va destacando lo que en cada momento quiere que sea protagonista, ora la punta de tierra de Malandar en el Coto, cuyas arenas se convierten en una lengua fúlgida de oro que se diluye suavemente en el mar azulísimo, ora una masa de pinos que, privilegiada, se encienden en un verde incandescente, vivo, casi amarillo, entre el resto de la masa oscura y apagada…

Las aguas tiemblan como la túnica plisada de una koré de bronce, los piragüistas se entrecruzan perfilados en negro, como flechas lanzadas por un dios que se divierte.

De pronto llueve, unas gotas pesadas y sonoras, sorpresivas.

Los pocos paseantes corren a refugiarse, pliegan las butacas, o se aprietan bajo la sombrilla.

La arena, antes dorada, se oscurece y como una erupción, se ha llenado de infinitos puntos.

Los últimos resistentes bañistas, recogen sus bártulos y dejan la playa solitaria y triste.

El verano se acaba.






sábado, 26 de agosto de 2017

YO SI TENGO MIEDO


HAY QUE TENER MIEDO  y hay que ser sensato.

Por eso hay que actuar en consecuencia. No con flores de colores que, además de una cursilería inigualable, es de un patetismo inútil.

No se para a los moros endemoniados  con velas y flores sino con armas y medidas eficaces antiterrorismo. Entre otras cosas con un control férreo de mezquitas y grupos musulmanes que se presuman radicales, entre otras cosas con bolardos antes de los atentados, entre otras cosas con inteligencia y rapidez que permitan deducir que donde hay 200 bombonas acumuladas puede haber un atentado, entre otras cosas con la delegación de las competencias a los que saben, porque los mossos no han estado a la altura, ni los políticos catalanes y nacionales, aquellos por no estar atentos y no saber y estos por hacer dejación de funciones.

Ha habido fallos, muchos fallos y hay que corregirlos.

Pena da haber escuchado el telediario el día de los atentados y no ver más que a los representantes catalanes con su bandera regional hablando al mundo entero en catalán, esa bella lengua que sólo entienden unos pocos.

Así no se construye la paz, ni la concordia, ni la unidad, si quieres la paz prepara la guerra, porque es imperdonable que muramos por la estupidez de tantos al no entender y no saber atajar el gran problema del terrorismo islamista.

Yo sí tengo miedo, mucho miedo, lo que hemos de intentar es  ser valiente y luchar con todas nuestras fuerzas,  yo pienso en mis hijos, luchar, porque nos va la vida en ello,  aunque tengamos que morir en el intento.

domingo, 20 de agosto de 2017

CAMINO SORIA

Hay un lugar al norte de Castilla por donde cruza el Duero cuando nace y entre chopos y fresnos baja buscando claustros y castillos solitarios de altas lomas.

Hay un lugar en donde se remansa la historia de esta España que soñamos y donde cubre el polvo los caminos por donde el Cid cabalga en la memoria.
Hubo un indiano un día que regresó, de allende los océanos en donde hizo fortuna levantando tiendas de ultramarinos a donde iban llegando las vías recién abiertas de las locomotoras que surcaban el antiguo Virreinato de la Plata.
Aquel joven curtido como el páramo yermo de su tierra por donde el Cierzo arrastra los arbustos en fieros remolinos, se prometió a sí mismo que nunca volvería si no fuera con las alforjas llenas de duros relucientes que devolvieran el pan de nuevo a tierras de pan llevar.
Y en la Rivadavia elegante bonaerense, en el joven estilo modernista, se abrieron tiendas donde la aristocracia criolla compraba las mercancías delicadas que les traía el indiano.
Y un río de plata vino desde el Río de la Plata a los campos de Soria.
Derroñadas se llama ese lugar secreto donde ahora veranean desde siempre los hijos  de los hijos de aquel joven audaz que se hizo rico a fuerza de tesón y de trabajo.
La casa hoy
La casa a principios del XX



La familia García, con los hermanos Hermenegildo y Eusebio, los artífices de la fortuna.
Allí hay  casonas pétreas y una iglesia, una plaza y un paseo y allí se eleva el capricho del indiano admirable. Yo he entrado en aquel palacete centenario, de suelos de baldosas hidráulicas y duelas de madera que crujen cuando pisas, y chimeneas de mármol y una escalera curva de liso pasamanos tan pulido por todas esas manos que han pasado desde entonces a ahora.
Y tiene unas ventanas de postiguillos grises, que su dueño, no se atreve a pintar por no alterar la pátina entrañable del tono de los tiempos. Y por esas ventanas y tras esos balcones se abre el campo de Soria, ese suave paisaje de lomas delicadas y malvas y amarillos y levísimos verdes de hojas temblorosas de chopos altivos como hidalgos o como caballeros que velan o descansan tras luchar con los moros.

Y hay una galería de cristales emplomados que es una solanera donde estaba el despacho misterioso y sagrado del abuelo, y hay camas altas de hierro y enormes armarios de caoba y penachos tronchados y una librería con cuentos ordenados de Verne o de Salgari, de los niños que fueron hace sesenta años y un desván polvoriento con arcas y colchones  y una torre; hay una torrecilla, como un faro, que cuando abres la puerta de la estrecha escalera, te orea en el rostro el aire que llega del Moncayo y refresca las tardes.
Y allí se pone el sol, que yo lo he visto, acariciando lomas negras y azules, derramando dulzura por los montes, plateando el Duero, que reverbera como la estrellas que aparecen de pronto y titilan en la noche profunda de la plaza y el silencio.
Allí no llegan ondas y apenas hay cobertura y lo niños descalzos montan en bicicleta o juegan al fútbol en los campos de la vera del río extendido entre árboles.
Allí recogen moras o esperan que maduren los frutos en las ramas para hacer confituras de sabores que guardan en la memoria, o hacen excursiones o envidan con las cartas en las tardes de lluvia y más de cuatrocientos “Garcías” de toda España se dan cita en verano para vivir “salvajes” como antes, el verano de siempre, que donan a sus hijos porque saben que no hay mejor herencia que esa infancia inmutable de aquellas vacaciones sin relojes, en las tierras de Soria, en la heroica Numancia, en Derroñadas mítica.


Una de las escuelas, de entre las muchas obras de caridad con las que beneficiaron a su pueblo