miércoles, 11 de marzo de 2015

Voces populistas suenan cerca del Guadalquivir...

Ayer en clase sobre tutela de bienes culturales, me preguntaban, la confusión propiciada por los medios al respecto es enorme, sobre el debate de las inmatriculaciones de la Iglesia, concretamente de la Catedral de Córdoba.
Aproveché para aclarar un tema que es jurídicamente clarísimo e incontestable y cuya polémica es pura demagogia.
La inmatriculación es un procedimiento que sirve para inscribir un bien a nombre de su legítimo propietario. Este procedimiento puede ser diverso y la Iglesia, tradicionalmente, tiene uno específico y privilegiado, aunque también podría hacerlo, en su caso, por el procedimiento común, obteniendo los mismos objetivos, esto es poner los bienes que son suyos a su nombre en el Registro; hacer coincidir la realidad con la formal y registral.
Pero en todo caso no se discute la propiedad que ha de ser previa. Uno sólo puede inmatricular lo que es suyo.
La Mezquita de Córdoba es propiedad de la Iglesia desde 1236, y ha gozado de ese derecho pacifica, notoria e ininterrumpidamente desde entonces.
El hecho de inscribirlo en el registro no otorga el derecho, que se tiene o no. Simplemente da fe de ese derecho con más fuerza, pero no es constitutiva del mismo y dicha presunción de derecho puede ser destruida con prueba en contrario.

Otra cosa es que uno considere que la Catedral de Córdoba no deba pertenecer a la Iglesia. Díganlo claramente pero no mareen la perdiz.
Podemos votar a Podemos- dije en clase- que no tendrá empacho en expoliar los bienes de la Iglesia, como ya se hizo, qué antigüedad, en el siglo XIX, concretamente en 1835. Pero habrá que atenerse a las consecuencias. Aquello fue una catástrofe de inmensas proporciones, con pérdidas, robos, salidas de España y destrucciones innumerables de nuestro patrimonio histórico, que no se pudo, ni supo proteger, al quedar en manos de una Administración desbordada, lo que llevaba siglos en la de sus legítimos propietarios.

Quitarles los bienes a la Iglesia, vale, esa es otra cuestión, no confundamos una cosa con otra, ¿qué si se puede? Hombre- concluí- poder,lo que se dice poder, ojo, podemos.

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