lunes, 16 de enero de 2017

"El silencio" (contiene spoiler)

Salí del cine cabreado conmigo mismo, porque iba pensando ver una película sobre héroes y mártires con un fondo de apóstatas y al final resulto ser lo contrario. (Si lo sé no vengo)
No le puedo exigir al director que dé con mis gustos, sí que sea respetuoso con los temas religiosos, que lo es.
¿Porqué no me satisfizo? Por que la película es desalentadora. Tras dos horas (por lo demás algo lentas y reiterativas, un hombre roncaba a placer, a mi mujer alguno que otro codazo debí sacudirle) pendientes del misionero jesuita, que lucha denodadamente por mantenerse fiel, al final apostata. Para ese viaje no necesito tantas alforjas.
Lo hace, como es natural, por cobardía y miedo al dolor propio y ajeno, pero yo querría que el protagonista fuese el otro, el que, de modo sobrenatural, muere mártir confesando su fe.

No se explica, sin embargo, porque tras ser vencido,  un hombre de esas convicciones pierde todas ellas y se mete a monje budista hasta su cómoda muerte. Es desesperanzadora porque no regresa, no se ven las lágrimas de arrepentimiento, como San Pedro, como tantos...
Lágrimas de San Pedro. Velazquez. 1620. Fundación Villar Mir. Actualmente hasta el 28-2 en la exposición Velázquez y Murillo de Focus. Sevilla.
S. Pedro penitente. Murillo. 1665-1670. Fundación Focus. Sevilla
La inclusión de la pequeña cruz en la pira funeraria no sé que pretende explicar, significar o remediar en un sacerdote que vive con una concubina budista hasta el final de sus días en lugar de llorar amargamente su caída.
El mensaje es confuso, porque, a mi me lo parece, justifica la apostasía, o al menos no la presenta, el director no es católico, creo, como el terrible mal que supone.
Siguiendo el ejemplo de los mártires, la Iglesia nos enseña que debemos aspirar a que si se nos presenta la disyuntiva de salvar la vida renegando de Cristo o que nos metan boca abajo con la cabeza en un hoyo desangrándonos lentamente hasta la muerte junto a otras cuatro personas, elijamos esta opción, naturalmente que sí, sobrenaturalmente que sí.

No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma.
No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo (Mt. 10:28)


Mucho más impresión me ha causado el final de la lectura de "1984" de Orwell, que casualmente acabo de terminar, donde el protagonista es sometido a un martirio (laico) superior y que te interpela dramáticamente, sobre que haría uno en esa situación.

La película contemporiza con el error y el pecado, lo propio de la sociedad deliscuecente en que vivimos. Yo no la recomiendo para mis hijos. El final de la vida de esos sacerdotes apostatas es, aunque se quiera disimular, verdaderamente triste y lamentable. Tan escandaloso que aun hoy, varios siglos después, dan pie a unas películas que conturban el espíritu. Qué responsabilidad la nuestra. Yo rezo por ellos y por mi.

Si quieren recuperar la esperanza siempre pueden acudir a Bach.

La Pasión según San Mateo. El violín llora con Pedro amargamente, desconsoladamente, suplicando una redención que, cómo no, consigue:


Erbarme dich, mein Gott
Um meiner Zähren willen,
Schane hier, Herz und Auge
Weint vor dir bitterlich.
Erbarme dich!

Ten piedad de mí, Dios mío,
advierte mi llanto.
Mira mi corazón
y mis ojos que lloran
amargamente ante Ti.
¡Ten piedad de mí!

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