lunes, 12 de agosto de 2019

NO ERAN PRECISAMENTE ALEJANDRO MAGNO



Tras la última carrera de caballos, que es un momento fugaz de una hermosura inigualable, se levanta el viento y la playa se va quedando vacía.
Es mi momento. En mi silla playera veo ocultarse el sol tras la línea del mar y pintarse las nubes de todos los tonos del amarillo al rosa: naranja, bermellón, malva, violeta, cárdeno.
Pongo en mi móvil un lieder de Strauss, un aria de Puccini, un nocturno de Chopin… verdaderamente impagable.
Hoy estaba solo, casi solo…
Una última familia rezagada plegaba la sombrilla y recogía los bártulos cuando la niña llego quejándose de que no encontraba las chanclas. Eso fue el acabose.
Todos se pusieron histéricos como si la pequeña de seis años hubiese cometido el mayor de los delitos.
Los gritos, las quejas, los insultos, las amenazas.
El sol se iba poniendo lentamente mientras veía al contraluz moverse a la panda de ordinarios, padres, tíos y sobrinos, de un lado a otro y vociferando sin cesar en busca de las puñeteras chanclas. Ellos pronuncian shanclas.
Tuve que apagar la música, era inútil.
El padre: No sabes la mala leshe que tengo por el cuerpo ahora
Y se lo repitió tres o cuatro veces con ira. La chiquilla se encara y le grita con todas sus fuerzas ¡¡¡que yo no las he perdiooooooo!!!
La madre gorda y vasta: La huscha se va queda vasia. Eso lo paga tú. No se te puede comprá na de marca!!!
La tía desde lejos:  ¡¡¡dejarlo ya coñooo!!!
El padre: ¡¡¡pero cómo es que vas a la orilla y vuelves descalza!!!¡¡¡ Que hija de puta!!!  Y repetía- no sabes la mala leshe que tengo dentro.
Mira y señalaba una foto del móvil -en la última carrera las llevaba puestas- ¿Pero donde las metíoooo?
Miraban en las bolsas, escarbaban en la arena… ¡que no, que no, que eso se lan llevao! - decía la tia gorda y embarazada. Voy a mirá en esos montoncitos de arena donde las niñas han meao
Yo no daba crédito. Estaba junto a mi hijo Ignacio los dos callados y asombrados en la penumbra. No nos queríamos ni mover.
La pobre niña (que debía estar acostumbrada porque ni lloraba ni nada) se acercó -¿habéis visto unas schanclas der Betii?
En fin un despropósito. Me daban ganas de haberles dicho ¡¡¡tomad el dinero de las dichosas chanclas y quitad vuestras sucias manos de mi sol!!


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