domingo, 15 de julio de 2018

Como nuestros primeros padres... en el paraíso

La casa está extrañamente silenciosa.

Sin tenerlo previsto nos hemos quedado solos. Ignacio en Pontevedra en el campeonato nacional de piragua. Reyes y Manolo invitados a la playa a casa de unos amigos. Solo quedaban los dos pequeños que se los han llevado sorpresivamente a Pie de Gallo.

Ayer tuvimos una fiesta mexicana.
¿Qué que es una fiesta mexicana? Una manera de hacer el tonto entre un grupo estupendo de amigos y pasárnoslo formidable en una gran terraza; comiendo burritos, fajitas, guacamole y bebiendo tequila con sal y limón; como si fuéramos adolescente en edad prohibida. Ah, y bailando canciones ochenteras de Alaska o Nacha Pop con grandes sombreros y bigotes postizos.

Esta mañana, qué diferencia recoger el desayuno en un pis pas, dos tacitas, dos platos, sin manchar la mesa.
Un sábado ordinario, casi se llena el friegaplatos de una sentada y se derrama el Colacao y las migas de las tostadas se desparraman por la encimera y los tetrabrik de leche medio vacíos y la mantequilla derretida y los gritos entre los niños y los piques y las peleas...

En fin, hoy todo ha sido calma y delicia. Me he subido a la azotea, y como está haciendo un tiempo refinadísimo,  donostiarra diríamos, o compostelano, me he puesto a leer escuchando a Barbara Hendricks con su voz exquisita, arias y canciones.

Ni un ¡papá! que interrumpa la dulce melodía, ni un grito, nada que hacer, el dolce far niente...

Reyes se fue a andar, yo a hacerme tranquilamente unos largos en la piscina, sin llevar, como suelo, a dos niños en mi bicicleta...
Tras eliminar las toxinas de ayer y el alcohol en sangre, nos hemos quedado a almorzar en casa.
Eso de ser dos es el paraíso... sin nada preparado hemos improvisado en un segundo. Unas latitas, un risotto de sobre, el gazpacho fresquito. Al terminar parece que se recoge sólo. De nuevo esa sensación de liviandad de asir dos leves platos con dos dedos y enjuagarlos sin más y no el zafarrancho cotidiano de cientos de vasos, platos, cubiertos  que desbordan por doquier y el escaqueo  de cada cual que quiere irse sin contribuir al bien común ante las quejas de los sufridos servidores que no se conforman.
Me encanta mi familia, pero qué duda cabe que los matrimonios sin hijos  pueden alcanzar cotas de felicidad inaccesibles para el común de los mortales. Cada cual tiene su aquel.

Ahora iremos al cine, sin prisas, sin tener que dejar nada preparado, ni cenas, ni intendencia horaria y de coordinación de infantes... un gustazo.
Sigue haciendo temperaturas escandinavas, qué paraíso, Sevilla, en julio sin vástagos y como si fuera Santander.
Interrumpo la conexión porque en este momento me avisan desde Verducido, que el K4 de Ignacio ha quedado primero o segundo de España en 500 metros. ¡Formidable noticia! esas medallas le permiten acceder a la carrera por un cupo especial para deportistas de élite que le hace más fácil elegir. Aunque tiene, por ahora, sobresaliente de media,  nunca viene mal.
 ¡¡Oro!! ¡¡Al final campeones de España!!! Doy saltos de alegría.

Se ha acabado la leche. Con tantas emociones se nos echa encima la hora del cine y no tenemos más remedio que acercarnos antes al super a comprar 15 o 20 litros que permitan afrontar mañana la llegada de la tropa al menos unos días...Tenemos media hora escasa. Prefiero no entrar que llegar tarde una una película.
Justo al salir nos topamos con Rafa, acto seguido con Vicente y Tina, por el camino con María... a todos debemos pedir disculpas... ¡que no llegamos!

Callas by Callas, con cuatro minutos de retraso (echo de menos los nodos) nos sumimos en la oscuridad fascinante de la gran sala y disfrutamos de este interesante documental. El glamour de los cincuenta en todo su apogeo y la voz...la Voz de verdad, absoluta, de la diva, inalcanzable.

Tenemos el tiempo justo para llegar a la adoración perpetua en la Capillita de la Puerta de Jerez. Hoy nos comprometimos con la Hermandad para estar allí adorando de 23 a 24 h. Hambrientos nos compramos un paquete de patatas al huevo y nos lo quincamos por el camino. Vamos con el tiempo justo, tarde más bien... y nos encontramos a Perico y Natalie. Saludamos -no, no podemos acompañaros, os llamamos después. Me adelanto corriendo y llego a las 23.02.
Esta antigua capilla de la Universidad, de principios del XVI, es una maravilla. Tiene un retablo de Alejo Fernandez y unos azulejos  inigualables. Aun así me sorprende el retardatario carácter goticista de todo, cuando en Italia el renacimiento estaba en total apogeo  y Miguel Ángel o Rafael campaban a sus anchas...

Perico y Natalie acaban de coger mesa alta en un bar de moda cuando les llamamos... nos unimos a ellos.
"El traga" se llama el gastro- bar  moderno neoyorkino supermegaestiloso, en la calle Águilas.
El maitre, no me atrevo a decir camarero, es un argentino, también estiloso y guay que nos interrumpe sin contemplaciones para explicarnos con detalles infinitos cada gollería que nos presenta.
Con su acento porteño es para mondarse: y aqui les cchevo, este lomo alto de vaca rubia gallega madurada... la salsita es al guisqui con un toque ahumado, toménsela con las patatas y los pimientos del padrón pero que no toque la carne, no la nessesita... el taco de atún bermecchón con emulsión de vino de uva garnaccha está de muerrrte... se los recomiendo 
Quieren ustedesss una tarta de queso deconstruida con tres esferas y coulant de avellana y vainilla de coco y mijo al coñac... todo estaccha en la boca...
Debo reconocer que el foei con chuvia de mijo y huevo poche estaba de miedo.

Al final de la noche, para culminar el día, Natalie y Perico, con su generosidad proverbial, no nos dejaron pagar. Fuimos caminando y los despedimos en la puerta de casa cerca ya de las dos de la madrugada...
Pudimos entrar y encender luces y hablar alto, pues los cuartos estaban vacíos...
Qué sensación más extraña.
Y mañana, nos regodeabamo con fruición,  nada, ni nadie nos urge
 ¡y podemos levantarnos cuando nos de la real gana!








2 comentarios:

  1. Disfruto mucho de entradas como esta, tan felices, compartiendo el alivio de tener la casa vacía y acordándoos de vuestros hijos todo el tiempo.

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    1. Qué bien visto, Ángel. Disfrutando de la ausencia siempre presente. Así es.

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