lunes, 7 de mayo de 2018

The flyin inn in Seville

La noche del jueves pasé un rato enorme escuchando cantar los poemas de Chesterton de su novela la Taberna Errante a Jesús Beades en la feria del libro.
Beades es increíble, una capacidad de llenar el auditorio y animar el cotarro inigualable. Toca la guitarra, a la vez la armónica, alienta a la gente, canta y fuma en pipa. ¿qué cómo lo hace? Hay que verlo para creerlo. Frente a la exuberancia del hombre orquesta, el contrapunto estaba a cargo de Fátima, la delicada y discreta violinista, que con una gran  maestría acompañaba y complementaba el toque folk de las interpretaciones, y la
 mesura de Enrique García-Máiquez, que fue introduciendo unas breves glosas sobre cada poema, de una manera sencilla y lúcida de modo que entre canción y canción se serenaban los espíritus.
La genialidad de Chesterton no pudo estar mejor representada. La ironía, el sarcasmo y las paradojas de sus poemas, la alegría de vivir, la fe en el mundo, en la carne y el vino, el optimismo irredento se dieron cita en  Sevilla y el enorme autor seguro que hubiese estado plenamente satisfecho de tan jocosa jornada.

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