lunes, 23 de abril de 2018

Las llamas de Guernica se apagarán, quizá no las del infierno.

Sin ningún tipo de ira, con plena convicción y serenidad les escupo a la cara y les devuelvo su perdón a los asesinos de ETA.
Tras cientos de atentados sangrientos y décadas en la que toda España ha sido víctima: bombas, extorsiones, secuestros, tiros en la nuca... tras este gran crimen  contra la humanidad, que nunca debiera prescribir, tras este horrendo holocausto que nos ha tenido violentados a 40 millones de españoles durante tantos años, ahora piden perdón.
¡Cuanta vileza, qué ultraje, que intolerable sevicia!
Para pedir perdón por tanta iniquidad, los asesinos y sus secuaces habrían de llorar lagrimas de sangre y arrodillarse ante cada familia destrozada, ante cada persona que ha visto a sus allegados, padres, hijos, niños pequeños... despedazados por las bombas y sus miembros desperdigados por el asfalto, ante cada huérfano cuyos progenitores recibieron un disparo en el cráneo rebotando masacrados contra el suelo. Ante cada español de bien, que somos todos, que  hemos sufrido el miedo, la angustia y el terror, muchos desde que tenemos uso de razón.
No se puede solicitar el perdón "institucionalmente" integrados en una banda terrorista. El perdón lo pide un corazón dolorido y llagado, cada asesino, cada miembro de la banda poniéndose a disposición de la justicia, y renunciando a las siglas asesinas y asumiendo que no existe vida por larga que sea para compensar el daño causado y reconociendo que una existencia en una celda es lo único que se merecen y clamando de dolor desde las entrañas, como clama desde la tierra la sangre de su hermano, y vagando eternamente con el signo de Caín.
Frente a eso, una retahíla de lugares comunes, un lenguaje políticamente correcto, un ciudadanos y ciudadanas, un lo siento de veras.
Hablan de reconciliación. España no se tiene que reconciliar con nadie, pues con nadie se ha enemistado, simplemente ha puesto las víctimas inocentes a una panda de asesinos azuzados por una gran parte de la sociedad vasca que los apoyaba y apoya todavía.

Merecen el desprecio y el ludibrio. Que nadie les preste credibilidad ni les de cobijo porque se harán dignos de la misma infamia, la misma vergüenza y la misma ignominia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario