lunes, 22 de febrero de 2016

Tres, grandes obras, tres.

En una semana he tenido la oportunidad de disfrutar de tres obras grandiosas:

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El alcalde de Zalamea, el Calderón con el que la Compañía Nacional de Teatro Clásico ha estado en el Lope de Vega, ha sido todo un suceso, con un Carmelo Gómez que se salía del papel. Todos los interpretes , la escenografía, la dirección, contribuyeron al puro drama. Salimos afectados.

El viernes en el Maestranza la Orquesta sinfónica: un concierto para percusión increíble. El percusionista austriaco Martín Grubinger es un virtuoso alucinante. Rodeado de xilofonos, baterías e instrumentos cuyos nombres desconozco, interpreto un conciertazo, espectacular. La música "Frozen in time" de Dorman, impactante. Movimientos rápidos, convulsos, frenéticos, cardíacos, con una orquesta sublime y un director, Axelrod, formidable. Como el teatro estaba en pie, el percusionista dio una propina,  con un tambor, en un alarde que nunca he visto y supongo que nunca más veré.

Ayer terminé "el desierto de los tártaros" de Dino Buzatti. Es una obra maestra. Una reflexión sobre el tiempo, las ilusiones, la vida y la muerte. Un lenguaje sobrio, sencillo. Describe sensaciones y sentimientos  recónditos pero universales, con gran delicadeza, con verdadera belleza, con autentica humanidad.


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