martes, 29 de julio de 2014

Un trozo de la Sevilla eterna

Ha muerto Guillermo Uclés. Cuando estoy desayunando frente al mar y veo la playa del Coto de Doñana, como una línea blanca entre el mar y los pinos, leo la triste noticia en un twitter y la confirma el Diario de Sevilla.
Con sus sesenta y nueve años, estaría con las maletas preparadas para venir aquí a Sanlúcar. Yo lo esperaba ver como todos los años, sonriente siempre, tan elegante, incluso en bañador, peinado para atrás. Daba gusto ver una persona tan distinguida, aun cuando viniera de la playa en alpargatas.
Pero con Guillermo se va, Antonio Burgos dixit, un trozo de Londres en Sevilla. Y así es.
Las ciudades tienen un alma, un sabor, un encanto, que poco a poco se va trasformando, y que si no se cuida se va perdiendo.  Uclés, la tienda de la Plaza del Salvador, es una parte del alma intangible de la ciudad. Sólo podemos dar las gracias a los hermanos Uclés, por conservar hasta hoy un trocito de la Sevilla auténtica.
Con sus escaparates de madera blanca, sus lámparas de cristal, sus paredes enteladas de verde; incluso habían tenido el buen gusto de conservar las letras doradas del antiguo comercio que ocupaba, “Guantería: La Palma”, con unas reminiscencias decimonónicas evocadoras.
El Escaparate de Uclés, es un compendio de distinción y finura.  Sus pañuelos, sus cinturones, sus corbatas, sus colonias…
Entrar en Uclés, es entrar en otro mundo ya desaparecido, un reducto de lo mejor del pasado. Nada ha cambiado desde hace más de cincuenta años. Un estilo de vida, con una cadencia exquisita, pausada y lenta.
Allí iba mi abuela, cuando venía de Utrera a comprar sus pañuelos de batista con flores estampadas, casi transparentes. Sobre los mostradores de cristal y caoba se desplegaban como jardines vaporosos, salidos de sus finas cajas de cartón satinado.
Los frascos de colonia, de olores frutales, traídos de Francia, de Inglaterra... Las brochas  de pelo de tejón, y los tarros de crema de afeitar imitando los antiguos de marfil, con un escudo de la flor de lis de “Floris” o similar y que sólo se podían conseguir aquí, o en la deliciosa Jermyn Street londinense...
Todo un universo de refinamiento casi extinto hallará el que entre en esta tienda preciosa.  Todavía con sillas para que el cliente descanse mientras le atienden, con esas viejas vitrinas, de madera, rematadas con guirnaldas de bronce, donde los peines de carey, los “complementos” elegantes, los tarros de perfumes y afeites resplandecen como joyas.

Con Guillermo se va una forma de entender la vida. La tienda seguirá ahora con su hermano mayor,  esperemos que por muchos años antes de que una franquicia norteamericana la sustituya con su vulgaridad o, lo que es peor, una tienda de recuerdos para turistas, hechos en China, con camisetas costrosas de frases ordinarias colgadas en las puertas.

Adios Guillermo.
Que Dios, de su infinito Amor te colme eternamente.

4 comentarios:

  1. Me ha gustado, Ignacio, como siempre. JJ.

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  2. D. Ignacio, yo que llevo trabajando 26 años en Ucles, le digo que no se puede describir a una persona tan bien y tan srncillo como usted lo h hecho. Muchas gracias. Solo me queda una duda, lo conocia de Sevilka o Ssnlucar, aunque creo que de ambos sitios.

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    1. Muchas gracias.
      Sí, efectivamente, de ambos. En Sanlúcar veraneábamos en el mismo sitio desde hace años y coincidíamos mucho. Recuerdo perfectamente lo amables que eran con mi mujer y conmigo cuando aún eramos novios y el iba con Joaquina, siempre juntos...
      Actualmente me cruzaba con él a menudo, pues vivo en frente de la tienda. Me ha apenado mucho tan triste noticia. Supongo como estarán sus familiares y amigos. Desde aquí le envío a usted y a ellos un fuerte abrazo.

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