jueves, 7 de diciembre de 2017

In principio dilexit Eam

Estas vísperas de la Purísima, está Sevilla que se sale.
Hemos sido desde siempre los más intensos en esto de la Inmaculada y la defensa del dogma.
Esta tarde se ponen en besamanos decenas de imágenes de María, en un alarde barroco que en nada envidiaría a la Sevilla del seiscientos que conoció Murillo, como debajo de casa, donde está la Virgen del Socorro.
Virgen del Socorro y Cristo del Amor



Iglesia del Salvador, nave de la epístola. 

A las siete de la tarde iba por la calle y empezaron a sonar las campanas de la Giralda en un repique alborozado que se eleva por todo el centro y sin haberlo previsto, porque pasaba por alli, entré en misa en Santa María la Blanca. Nada más a propósito. Esta iglesia, antigua mezquita, antigua sinagoga, se reforma en su totalidad cuando en 1691, el papa proclama el Breve aceptando la pía creencia de lo que doscientos años después será dogma. Eso gracias a lo seguido que fueron los sevillanos de entonces, con Murillo a la cabeza y Miguel del Cid, y toda una serie de prebostes que mandaron una delegación a Roma para insistir ante el pontífice para ello. Ya la hermandad del Silencio hacia jurar a sus hermanos, tal como hoy se sigue haciendo, que darían su sangre por defender la Concepción Inmaculada, y había habido tumultos callejeros entre la mayoría de lo partidarios de esta creencia y aquellos, como los dominicos, que dudaban de ello, los frailes del Regina, los que el pueblo quería colgar de un peral, como cantaban en coplas por la calle.
Santa Maria la Blanca. Arriba se ve la copia del sueño del patricio de Murillo, hoy en el Prado
Bueno, pues esa iglesia se reforma en un estilo de exuberancia barroca desenfrenada con motivo de esta declaración pontificia, y hubo en la plaza vecina unos fastos de los que aun queda memoria, con luminarias, altares y arquitecturas efímeras, ministriles, arcos triunfales, alegorías... todo ello pensado por el párroco y Justino de Neve y el propio Murillo y en la iglesia, el programa iconográfico es plenamente inmaculista.

De los cinco cuadros de Murillo sólo queda uno original in situ, la santa cena, los cuatro restantes estan desperdigados por el mundo.

Mañana explicaré su sentido iconográfico y cómo ha vuelto a completarse tras doscientos años...


2 comentarios:

  1. ¡Qué Bien, Ignacio! Lo espero con muchas ganas...
    A mí este año me parece que en Madrid se ha vuelto a ignorar está fiesta... Menos mal que nos queda Sevilla

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