martes, 26 de enero de 2016

Paseando por Sevilla

Cuando  salgo de la oficina veo esta columna de procedencia romana indudablemente. El típico material de acarreo que se han utilizado godos, moros y cristianos. Hay montones de ellas en estas antiguas casas para proteger las esquinas de los golpes de carros y bestias, hoy coches o motos.
Es de un mármol gris veteado muy bonito y delicadamente acanalada, con esa finura de los tallistas romanos. Si no te fijas pasa desapercibida, pero basta pararse un momento para atisbar la novela que guarda. ¿Pertenecería a un templo o al atrium de una domus? Reposaría sobre ella sus manos la puella soñando con el soldado que se fue a la guerra de las Galias o el mismo Julio Cesar se apoyo en ella cuando estuvo en la Hispalis antigua.
 Pensando en todo ello, la toco con temblor.
Y aquí unos patios que se abren encantando al que pasea y que os dejo para que los disfrutéis. Muy sevillanos, muy elegantes, muy auténticos.



 Esta casa es, quizá, uno de las dos o tres mejores ejemplos de lo que ha sido una casa de patio hispalense. Ya no está habitada. Se llevaron el brocal del pozo y las esculturas romanas que adornaban el patio, pero cada vez que me asomo a la cancela es como si me abismase en el fondo de ese pozo profundo que es el tiempo pasado.



























 Casa vieja, con el dintel torcido por el paso y el peso del tiempo. Es maravillosa. Todavía no se ha convertido en una tienda de camisetas con frases "divertidas".

 Y los adoquines...¿Hay algo más bello que unos adoquines mojados donde se reflejen los aleros?

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