miércoles, 26 de febrero de 2014

Pilar tenía fiebre desde el lunes por eso Reyes no podía llevar a los niños al entrenamiento de futbol y yo tenía una conferencia o seminario o congreso, no sé muy bien qué, organizado por la UPO, donde iba a hablar sobre legislación de protección del patrimonio histórico.
La tarde se preveía apretada. Las lágrimas de Manolo me hicieron ceder. Pensaba llegar con tiempo a la ponencia anterior, pero renuncié a ello. Bici para arriba y para abajo. Con dos a cuestas fui al futbol. Después tenía que recoger la flauta travesera de Ignacio y llevársela al conservatorio y recoger de nuevo a los niños a las seis para estar a las seis y media en mi ponencia.
Todo lo hice tan rápido que cuando pasaba por la puerta del Museo faltaban 25 minutos para las seis. Aparque la bici y entré. No lo sabía pero era el último día para poder disfrutar de la obra invitada. Suerte que tuve. El tríptico del Gran Capitán. http://www.españaescultura.es/es/obras_de_excelencia/museo_de_bellas_artes_de_granada/triptico_del_gran_capitan_ce0001.html Un esmalte increíble, maravilloso del museo de Granada. Nunca he visto nada igual. Las encarnaduras lechosas de los cuerpos crucificados y los miles de matices irisados de los ropajes dorados, azules, verdes, de una riqueza increíble… nada que ver con las fotos. Verlo en vivo era impactante.
No pude estar más de cinco minutos, y subí como las balas a ver dos retratos de Goya de la colección de Altadis. Como es natural, no me decepcionaron, veías a Carlos IV y Maria Luisa de Parma como a través de una radiografía.
http://www.museosdeandalucia.es/culturaydeporte/museos/MBASE/index.jsp?redirect=S2_1_3.jsp
Fueron 10 minutos en total. Pero ese breve lapsus iluminó la tarde de una manera excepcional, además de las fugaces visiones de los pintores sevillanos del XIX que demandaban mi atención y a los que, con gran dolor, debía ignorar, Villegas, Bilbao, Esquivel… y el apresurado paseo por los patios, los claustros, la escalera imperial, los naranjos y los arrayanes…
Sudando la gota gorda regreso con los dos a cuestas a casa. Me enfundo la chaqueta y me coloco una corbata a marchas forzadas. (No sé para qué, la verdad, en el mundo del “arte” eso es casi un snobismo, el único que la llevaba fui yo, menos mal que no se me ocurrió vestir pantalones grises, vade retro, y llevaba unos de pana, es decir más bohemio, mas “casual” que si no…) Eso sí, el pequeño salón de actos de la Diputación es un recinto lleno de mármoles y arañas de cristal que parecía un gabinete de Versalles.
Llegué a tiempo, enchufe mis diapositivas y largué la ponencia. Charla coloquio. No me tomé la cerveza de rigor y salí de estampida. Todavía me dio tiempo de contarles un cuento a los dos pequeños al acostarse. Gritar un poco para que los mayores dejaran de jugar a la pelota en el salón, enviarlos, con gran dificultad, a la cama y poner una película pirata en la tele “La ladrona de libros”, para que mi mujer y yo pudiésemos sentarnos juntos en la camilla, y a los cinco minutos, sin poder evitarlo, cerrar los ojos y quedarnos profundamente dormidos en el sofá.

1 comentario:

  1. Ufff, eres mi héroe, yo tampoco acabo de ver ninguna peli, no puedo... me vence Morfeo la batalla...

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