viernes, 17 de enero de 2014

La tarde se puso íntima...



La bici me pesaba como un muerto, algo debe rozar. A las cinco había que recoger a Manolito de un cumpleaños y llevarlo acto seguido a un partido y recogerlo después otra vez. En fin un trasiego con esta maldita bicicleta que si no me mata terminará por convertirme en alguien elegantemente estilizado…


Pero la tarde nos depara sus momentos.

Ha empezado a llover casi al llegar a casa. Esta vacía. Todos están fuera.

Y la lluvia, que todo lo transforma, que todo lo matiza,que todo lo estrena, cubre con una pátina de soledad a la tarde limpia.

Me encanta asomarme al balcón y ver palpitar las gotas en los adoquines, crepitar, bajo las luces amarillentas de las farolas, las sombras reflejadas de los viandantes con paraguas, correr a algunos que han sido sorprendidos y se refugian bajo los soportales de las columnas viejas.

He enchufado el brasero.
Pongo un CD de Jacqueline du Pre. Su violonchelo arranca a Bach, sonidos untuosos y lentos. La tarde se hace perfecta. Los libros esperan.

Sólo me falta encender la chimenea.

Pero como no tengo, me conformo con prender una vela temblorosa.

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Tengo chimenea, aunque solo la encendemos los sábados, a veces, y los domingos, esos sí, de invierno. Un amigo me dice que solo me faltan dos perros afganos y una escopeta, en broma. Tomo nota de tu comentario en el blog de Ángel Ruiz sobre el barroco sevillano.

      Un abrazo

      Eliminar
    2. Suerte que tienes esos domingos de invierno.
      Por cierto, me encantan tus fotos, son más reales que la propia realidad. Quiero decir, que tu "mirada" extrae de la misma su verdadera esencia. Un abrazo.

      Eliminar