lunes, 2 de septiembre de 2013

¡SOLO ANTE EL PELIGRO!

Acabo de comenzar mi semana de “vacaciones” que bien podríamos llamar “SOLO ANTE EL PELIGRO”.
La chica de servicio se ha ido un mes a Bolivia. Sin ayuda en casa, Reyes ya ha empezado a trabajar, y yo he de lidiar con los cinco todas las mañanas hasta que empiece el cole el próximo lunes.
Me gustaría estar en Paris, con ellos, paseando por la ciudad y viendo museos, (en Disney no, me aterra) o en los Pirineos haciendo excursiones por la montaña, o en el camino de Santiago, entre iglesias románicas, arboles y fronda…pero no, me he de conformar con la Híspalis de siempre.
La verdad que me he de consolar con la belleza de las pequeñas cosas, ya que las grandes han de esperar.
El desayuno en la azotea ha sido magnífico. Fresquito, la Giralda recién dibujada, los jazmines mañaneros repletos de flores. Al principio he tomado el café yo sólo y poco a poco han ido apareciendo caras dormidas y despeinadas, en pijamas.
Hemos tomado tostadas de un pan recién hecho que Reyes dejó en la portería antes de irse a la farmacia, y Cola-Cao y jamón con aceite. Hemos disfrutado todos. Yo leía mientras tanto. Después he barrido las hojas de la noche, restos de la buganvilla y los jazmines. En el recogedor la escoba ha amontonado una verdadera “naturaleza muerta”.
Ese ha sido todo mi relax. Ya ha empezado lo bueno. Recoger el desayuno, hacer camas ¡Seis!, gritar ¡quien no ha tirado de la cisterna…! En fin, lo propio para meter en vereda a cinco salvajes…
Han comenzado las peleas… Ignacio quiere bajar a ver a su amiga del segundo piso que acaba de llegar del veraneo, los chicos lloran porque también. Finalmente logra escaparse ¡uno menos!. Mientras juegan con la Wii, aprovecho para limpiar los retretes con las escobillas y amoniaco y oigo llantos y gritos en la salita de arriba…De pronto entre gritos escucho a mi hijo Manolito, que es un rubio pecoso, con una cara de lo más gracioso, y que parece un muñequito un “me cago en tu ….. madre”. Me quedo tan espantado que no puedo ni reaccionar, con la escobilla todavía en la mano, como una estatua. Inmediatamente subo las escaleras como un ogro. Se hace el silencio. Aunque se opone tenazmente, logro propinar al rubio pecoso un bofetón en la boca, menor de lo que yo quisiera, ya que encoge la cabeza, pero en fin…al menos ha quedado aterrado de la magnitud de su falta. Bramo, diciendo que jamás vuelva a oír cosa semejante en esta casa,- si tu hermano te pega con un palo- grito, como parece que hizo Santi,- todo lo más que se puede decir es ¡caramba!
Llora, lo mando a su habitación, la culpa es de Santi- sigue diciendo.
Ahora voy haciendo camas. Al poco Manolito, llega lloroso, muy arrepentido, me pide perdón entre hipidos…¡es que tú no sabes lo que me ha hecho Santi! -Bueno, bueno,- le calmo. Me da un abrazo y yo me lo como a besos, claro, aunque le hago prometer que jamás dirá imprecaciones horribles de ese tenor hasta que no cumpla por lo menos cincuenta años…
Me pongo a continuar con las camas, menos mal que ahora en verano no hay mantas…
Escribo esto en cinco minutos de paz y sigo…
Ya iré contando (si sobrevivo).

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