miércoles, 12 de marzo de 2025

Vuelo a Roma

 ¿Papá, me puedes llevar mañana, con mis amigas, al aeropuerto antes de ir a tu trabajo?

Reticente le contesto afirmativamente.

Y si hubiese dicho que no me hubiese perdido este baño de juventud y belleza que me he dado hoy a las siete de la mañana.

¡Corre, corre!- se apresuran a entrar, parado en segunda fila con conductores impacientes detrás.

El coche se llenó de alegría restallante con tres niñas de veinte años gorjeando como jilgueros y guapas como soles.

¡Anda he perdido el paraguas, creo, -dice una- con las prisas, ay!

Busca, rebusca, en la mochila, en las alfombrillas,

En el semáforo llama un motorista a la ventanilla y nos devuelve el paraguas. 

Creo que sólo a la juventud afortunada le ocurren esas cosa que hacen la vida tan sorprendente y divertida. ¡Qué suerte! y saltan las anécdotas de esas brillantes casualidades que les han sucedido juntas.

Así entre canciones de moda de Spotify llegamos al aeropuerto, el viaje se me ha hecho corto y encantador.

Allá van rumbo a Roma y Nápoles- las veo cruzar las puertas de cristales del vestíbulo del aeropuerto- tres niñas monumentales a trastear entre ruinas y fuentes de ninfas y tritones. A animar las viejas piedras con la vida, la risa, oliendo a champú, tres jóvenes bellas. Tres cariátides, diosas, escapadas del templo, escapadas del tiempo.

jueves, 6 de febrero de 2025

LA RESONANCIA



Subo a la azotea y se extiende la ciudad a mi alrededor con sus torres, sus tejados y sus antenas, pero sobre todo con su luz de sol poniente.

Son diez minutos más que hace unos días lo que se demora el sol, pero qué diez minutos, Dios mío, qué trasparencia. El frío corta los contornos y enfrente de mi remolonea antes de irse. Colorea de naranja pálido los cerros desnudos tras los edificios. Campo tras la urbe, como la playa bajo los adoquines. Por allá como un Gólgota contemporáneo se perfilan oscuros los anuncios publicitarios del extrarradio, cruces laicas sobre el cielo.

En estratos de pizarra, una formación de nubes a la derecha, se destaca en un cielo limpio en colores malvas y azules.

Es todo tan sencillo, tan sereno, tan bello que transfigura.

He venido en la bici del trabajo y a continuación tengo que impartir una clase y después clausurar una mesa redonda, pero tenía media hora libre y he subido impelido por esa luz que se alarga tras estos dias de lluvia continua y que nos sorprende.

Se pone el sol todos los días desde hace, me pierdo, lo que nos digan los expertos, miles, cientos de miles de millones de años, lo mismo da. Ahí está trasteando entre edificios,  donde antes no habia nada y antes aguas de oceanos que todo lo cubría.

Y ahí estará cuando no haya nada de nuevo, no lo sé.

En todo caso es algo sublime que sucede y no vemos.

Hoy he disfrutado de él. No llevo móvil, ni reloj (los dos que tengo están en el relojero) por eso no sé cuanto tiempo me queda para ponerme una corbata e irme. No me atrevo a quedarme hasta que culmine su periplo el astro rey, lo dejo enganchandose entre los picos de las iglesias, los cables y las antenas…

No habré llegado a estar ni diez minutos ¡pero vaya diez minutos! De silencio, de luz, de color, de aire y de vida. Es como si acabara de salir de hacerme una resonancia

La foto no es de ese día pues no llevaba móvil
… de hermosura.

martes, 28 de enero de 2025

Auschwitz

Estos días en que se conmemora los 80 años de su liberación he recordado mi estancia allí. Hace pocos años fui a Polonia por motivos profesionales. Auschwitz está entre Cracovia y Katowice donde yo me encontraba.

A las once debia estar en una reunión de trabajo por lo que a las siete de la mañana estaba en el campo de concentración. Fui en un taxi y a medida que amanecía podía ver los campos entre girones de niebla y los árboles sin hojas como los veían por ultima vez los millones de judios que fueron masacrados.
Iba solo y es verdaderamente aterrador pasar bajo el famoso letrero de la puerta: El trabajo os hace libres por el que trascurrían los trenes de la muerte.
Auschwitz es un templo, un lugar sagrado que debe ser visitado en homenaje a los inocentes y como recuerdo imperedecero de la maldad humana absoluta.
No había nadie y caminé como un enajenado entre los barracones, aun de noche, con la humedad de la amanecida de fines de octubre en la Alta Silesia.
Me encontré sin otra compañía que mis pensamientos en el interior de una cámara de gas, con sus duchas, sus azulejos, las paredes desconchadas, las tuberías, su luz amarillenta y la desnudez del terror.
Nadie podía verme y podía llorar sin pudor y no paré en toda la visita. Iba de un lado para otro y las lágrimas no me dejaban a veces ni leer los carteles donde explicaban que esos montones de gafas eran de los miles de asesinados y esos cientos de zapatos de mujeres, niños, con las formas marcadas de haber sido usados por seres humanos que fueron exterminados.
Los zapatos siempre ilusionan cuando se estrenan. Cómo podrían imaginar esas criaturas cuando se los pusiesen alegremente por las calles de Varsovia, o Viena o Budapest que acabarían en una inmensa pila trágica.
Las latas de Zyklon B almacenadas, otras abiertas. El muro de la muerte sobre el que acribillaban a innumerables personas. Me arrodillaba, rezaba, sobrecogido y espantado.
La celda de Maximiliano Kolbe, los camastros, los caminos de tierra sucia. Todo era un mal sueño, una pesadilla, un infierno. Todo vacío, todo mudo, donde flotaban las almas de los desaparecidos. Es inconcebible, desgarrador, irracional, demencial y bestial.
No hay consuelo. Sale uno desvastado, abrumado y herido.
Hay que ir para llorar, literalmente, sobre las tumbas de tantos inocentes, que aquí son el testimonilo de los de toda la historia, del pasado, el presente y el futuro.

El consuelo es imposible, la esperanza se oscurece y todo es abrumador hasta el extremo. Ante algo tan incomprensible que ocurrió en el mismo lugar en el que uno se halla en un pasado reciente, sólo puede uno aferrarse como un naufrago a la Pasión de un Dios crucificado que en su misterio acoge a todos y entre gemidos repetirse, para poder seguir viviendo, las frases del Apocalipsis:

Estos son los que vienen de la gran tribulación;
ellos han lavado sus vestiduras
y las han blanqueado en la sangre del Cordero.

miércoles, 31 de julio de 2024

Noche de ronda

¡Nos quedamos sin móvil y estamos vendidos! Regreso a casa desde Sanlucar solo. Tengo una visita por Sevilla con unas personas muy importantes norteamericanas al día siguiente. Enchufo el teléfono y no me carga porque está húmeda la conexión. ¡¡Madre mía!! allí lo tengo todo, las entradas on line, la música, textos para leer...Veo que está a punto de apagarse. Apunto los telefonos más urgentes que voy a necesitar al día siguiente en un papelillo y justo entonces colapsa. No hay manera de que cargue. Aparece el maldito mensaje ¡peligro, no conectar!
Son más de las doce de la noche. No tengo línea fija, ni despertador para el día siguiente, ni me pueden llamar si pasa algo ni puedo yo llamar si me da un parraque de pronto. Basta que esté uno incomunicado para que pase algo y después se cuente -y para colomo es la única vez que el móvil no funcionaba-. Me paso la noche intentando arreglar el telefóno. No hay secador de pelo, se lo han llevado a la playa. Pongo el telefono pegado al ventilador. Sigue sin funcionar. Abro un paquete de arroz e introduzco el aparato y lo pongo junto al ventilador de nuevo.
Trato de dormir. Ojú, otra vez enchfo y nada.
Bajo de la cama y me tropiezo con el arroz que se desperdiga por la habitación de madrugada.
Se me ocurre poner el horno a ver si calentandolo se seca... Me tropiezo con la esquina de un mueble en la oscuridad y me destrozo el dedo "índice" del pie. Ahhh! Introduzco el movil en el horno caliente pero apagado. Regreso a la habitación. Me pincho con el arroz desperdigado.
Saco al movil del horno procurando no quemarme. Tampoco funciona.
Trato de dormir, pero con el temor de no despertarme a la hora. Amanece y el dichoso chisme sigue missing. En fin un horror. 
La vida -dijo- Santa Teresa es como una mala noche en una mala posada ¡y sin movil, añado yo!


martes, 23 de julio de 2024

CÁDIZ





Cádiz es una ciudad preciosa, fascinante y encantadora. Cada vez que voy descubro algo sorprendente. Tiene un algo de Venecia, esas calles altas y estrechas a la que faltan los canales, algo de Génova y un mucho de la Habana. La luz es rutilante. Al ser casi una isla, tan pequeña rodeada de azul, el reverbero del agua flota en el aire y aunque no se vea, el mar está siempre presente sobre las azoteas, tembloroso.

Las iglesias se enmascaran alineadas entre las casas y tras la puerta se abren las bóvedas que custodian retablos barrocos, reliquias, exvotos y Cristos con cabello natural y cruces al hombre de plata peruana.

Hemos entrado en la Santa Cueva. Qué refinamiento de la alta burguesía comercial de una ciudad que se convierte en el XVIII en un emporio donde se trasiega con porcelanas, especias, sedas, y productos de todo el mundo y que es capaz de llamar a Haynd para que componga la música y a Goya para que cubra las paredes de sus oratorios.

Y Gravina y Trafalgar y Ulloa y los ilustraods y los doceañistas de ambas Españas...

Ha tenido suerte la ciudad, todas las barrabasadas del desarrollismo las han hecho de Puerta Tierra para afuera, cargandose la playa, eso sí. Bueno, la playa es tan hermosa que no hay quien se la cargue, pero todo el encanto Belle Epoque de las villas y chalets ya no existe y el desorden de construcciones feas y anodinas lo invade todo. Pero el casco histórico se fue degradando de manera lamentable, hace 20 años, daba pena, pero ahora como nada se ha destruido al ser remozado está despertando a su antigua belleza, como una mujer que se acicala tras una mala noche y vuelve a recuperar su lozanía que nunca perdió.

Cádiz es una maravilla, una concha de nacar entre el mar y el sol.

lunes, 22 de julio de 2024

¡VACACIONES!


El primer día de vacaciones. Estamos solos. La casa con las habitaciones vacías. Amanecimos los dos como si fueramos unos jubilados. Nuestro cafe y las tostadas, el zumo de naranja en el patio. Todo recogido en un momento. No el lío del lavaplatos que se forma en cada comida que practicamente queda lleno. Comprendo ese afán de reciclaje que tiene ahora la ciudadanía. Claro, con esa tranquilidad da para poner tres o cuatro bolsitas para cada residuo y después entretenerse tirándolas en diversos recipientes. No creo que al planeta eso le sirva  para bien ni para mal pero sí que genera una íntima satisfacción de que algo se hace y sobre todo debe ser la mar de entretenido para los que no tengan otra cosa mejor que hacer. Hoy ha llegado Ignacio y después de comer Pilar. Aún así esto sigue pareciendo la casa fantasma, Santi haciendo el Camino Portugués, Manolo en casa de unos amigos en Nerja y Reyes sigue en Génova, donde se ha tirado un año de Erasmus formidable.

No es que tenga el síndrome del nido vacío porque estoy a gustísimo pero también estoy deseando tenerlos aquí a todos y que cada comida sea una fiesta y un alborozo y un jolgorio y que el lavaplatos no pare de funcionar.

miércoles, 3 de enero de 2024

Entierro en la Caridad. 2 de enero.


Suena una esquila, es el muñidor de la Hermandad de la Santa Caridad que anuncia que hay un entierro. En la puerta de la capilla, aparece alzada la cruz con el corazón flameante y dos acogidos con faroles oscuros, unas batas azules y un sombrero negro de alas, como una especie de bombín antiguo.

Están parados sobre la lápida donde yacía el venerable Mañara:  "Aquí yacen los huesos y cenizas del peor hombre que ha habido en el mundo, rueguen a Dios por él" junto a los jeroglíficos de las postrimerías: In ictu oculi, Finis Gloriae Mundi de Valdes Leal. En las naves de la iglesia Murillo nos dejó las escenas magistrales de las obras de misericordia que debemos realizar para que cuando salgamos en un catafalco como el que ahora vemos se nos abran las puertas de la Jerusalén celeste. Otro cuadro magnífico sobre el coro nos lo indica. Sólo con la humildad del emperador Heraclio, despojado de toda pompa se nos abrirán dichas hojas.

Es temprano y hace frío en Sevilla, una Sevilla que se ha detenido en el tiempo. Las calles están llenas de personas bulliciosas que compran los últimos regalos de Reyes, pero aquí hay un paréntesis que nos recuerda que nada es para siempre. "Mira en este desdichado monte, á quien el mundo llama felicidad, la multitud de gente que le habita : mira la confusión, y babel, y vocería con que unos á otros no se entienden. Mira los ambiciosos, qué tristes, y qué hambrientos de bienes de fortuna : hasta los montes de oro y plata tienen á las espaldas, no porque la desprecian , sino porque esta gente nunca mira lo que tienen, sino lo que les falta" (Discurso de la Verdad Cap. XXIV)

En fin, que de pronto nos hemos dado cuenta de la futilidad de todo, aunque cojo la bici, las entradas que acabo de recoger en el Teatro Maestranza y sigo mi camino, aún debo entrar el alguna que otra tienda. La vida sigue, pero...