sábado, 28 de mayo de 2016

Que me quiten lo escuchao

Para escuchar los nocturnos de Chopin hace falta un momento especial, un estado de ánimo, un tiempo de tranquilidad.
Esta mañana de finales de mayo es extraña. Llueve en Sevilla y hace fresco. El cielo gris, los paraguas, los turistas preguntándose donde esta el sol de España. Hay ropa tendida en las azoteas, nadie se espera esos chaparrones a estas alturas. Las colgaduras del Corpus, que dejé recogidas tras los balcones para la otra procesión de mañana, están chorreando. No echo para nada de menos los cuarenta grados que bien pueden hacer ya por estas fechas. Parece un otoño intempestivo.

He llegado a casa, tras llevar a los niños a pelar, yo también he aprovechado, y nos hemos dejado un montón de masa capilar en la barbería, yo menos, la verdad, y unos pocos euros también, todo hay que decirlo. Sentados en un sillón de más de cien años, fabricado en San Luis, como los que salen en las pelis del Oeste, de hierro fundido y rejilla, con sus palancas elevadoras, que todavía funcionan, y que han tenido el gusto de conservar.

No sé que ha pasado, Reyes trabaja hoy por la mañana, y los niños están callados. Me he puesto una copa de un tinto bueno que abrí ayer para unos amigos y que quedó a la mitad, y he puesto a Chopin. Creo que no lo escuchaba así, desde que estaba en casa de mis padres. Silencio, abro un libro de JRJ que saqué de la biblioteca, leo "hojas doloridas": a esa hora como ya te he dicho, se apodera de mi una gran nostalgia, producida por los mil recuerdos que embargan mi  mente... casa muy bien con Chopin, aunque yo no siento una gran nostalgia de nada, sino que estoy en la gloria, oyendo llover, los truenos lejanos, los cúmulos de nubes, enormes, a lo lejos, el cielo gris y los niños... ni sé donde están.
No sé cuanto durará este silencio del piano, pero bueno, que me quiten lo escuchao.




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