viernes, 7 de agosto de 2020

Viva el rey de España

Las monarquías europeas son de un valor incalculable, los países que las poseen no saben lo que tienen. Me apenan los franceses que tiraron su historia por la borda y todavía no se han recuperado. ¿Se imaginan una Francia con monarquía? Esos actos de representación Versallescas, en los boulevares de País, esas ceremonias de coronación, y bodas y carrozas… ríanse ustedes de la Monarquía Británica… el partido que nuestros orgullosos franceses le sacarían a su antiquísima y regia institución, no digo ya jarritas y platos y souvenirs de todo tipo... tendríamos a los Reyes de Francia hasta en la sopa.  Fíjense en la parafernalia con la que rodean a su presidente, se nota que no se consuelan de no tener rey.  Pero, en fin, todos salimos perdiendo con la Revolución y ellos más que nadie.

La monarquía hispana es lo que nos enraíza con nuestro pasado más remoto, con nuestra historia y nuestros antepasados que dieron la vida por nuestra patria representada en el monarca.

Los reyes eran y son legítimos porque el pueblo así lo ha querido, desde los godos al menos.

La Constitución española, no nos equivoquemos, no crea la monarquía, ni siquiera la legitima, lo que hace es dar carta de naturaleza a una institución inherente a España, que ya existía y que ya estaba legitimada por 1500 años de historia, de no haberlo recogido se hubiese cometido un gran error y nuestra carta magna no hubiese llegado lejos. No crean que la monarquía le debe mucho a la Constitución, es justo al contrario. Ir en contra de la realidad profunda de una nación es equivocarse. Si no miren ustedes ese grave error que fue introducir un término falso y ajeno a nuestra realidad, por intentar conciliar, “nacionalidades, caro lo estamos pagando, y lo que nos queda…

 El Rey de España es el señor natural de todos sus territorios,

 Rey de Castilla, de Aragón, de León, de Navarra, de Granada, de Jerusalén, de Toledo, de las Dos Sicilias, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Menorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Murcia, de Jaén, de Los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales, de las Islas y Tierra Firme del Mar Océano.

Archiduque de Austria, duque de Borgoña, de Brabante, de Milán, de Atenas y de Neopatria.

Conde de Habsburgo, de Flandes, del Tirol, del Rosellón y de Barcelona.

Señor de Vizcaya y de Molina…

nuestros ancestros sabían muy bien lo que se hacían cuando en cualquier documente incluían toda esta retahíla, nosotros la hemos olvidado, pero fíjense que esos títulos significan la unión de todas las Españas, de Castilla, Aragón, Navarra, Señor de Vizcaya, Conde Barcelona.... ¿Por qué creen que odian tanto al rey los nacionalistas? porque están viendo a su señor y lo detestan. Pero esa es la realidad innegable. Los aragoneses y los vascos y sus cortes y condes y señores apoyaron a sus reyes hasta lograr una unificación querida por todos, nobles, caballeros, burgueses, menestrales…el pueblo todo representado en sus cortes y en sus fueros.

En ese esfuerzo común descansa la figura del monarca.

No crean que los reyes hubiesen resistido la oposición de un pueblo, las monarquías y ya en la edad moderna las absolutas, eran absolutamente incuestionadas por el pueblo sobre el que descansaba. En una evolución natural, esa monarquía se ha transformado en democrática, como no podía ser de otro modo, pero en ella esta toda la carga milenaria de la historia, condensada, toda la sangre, toda la lucha, toda la gloria. Por eso es "símbolo de nuestra unidad y permanencia”, por eso lo recoge así la Constitución, por eso lo odian los que odian nuestra Patria. Defender la monarquía, no se equivoquen es defender los valora de nuestra Nación, es su símbolo más alto. La monarquía va más allá de la figura coyuntural que la encarne, igual que la bandera no es el lienzo en el que se imprime.

Podemos despreciar la historia, la memoria y escupir sobre nuestro pasado igual que podemos destrozar nuestras catedrales porque están obsoletas, así nos irá...

Don Juan Carlos de Borbón y Borbón ha ostentado esa representación que se pierde en el abismo de los tiempos, es un ser humano sublimado por su cargo, como hombre puede cometer errores, algunos son bien conocidos, la mayoría son actualmente exagerados, no probados y muchos de ellos inventados, pero en cuanto a su labor por España, su actividad pública, ahí sí que no me negarán que ha cumplido como un jabato, como un Señor, como un Rey dignísimo. Se despojó de su poder absoluto, dirigió el camino hacia la democracia, nos ha representado en el mundo como nadie. De una España sumida en el ostracismo, con una imagen casposa y cerrada, llegaba nuestro rey, alto, elegante, hablando perfecto inglés en la ONU, un verdadero gentleman, abriendo caminos a las empresas, a la diplomacia, a la imagen de un país que se desembarazaba de una negra tristeza que todavía arrastraba desde nuestra trágica guerra.

¿Cuánto le debe España a su rey?  Su labor ha sido, repito a pesar de sus errores, impagable.

Cuando pintan bastos, ahí está el rey. No olvidemos su imagen ojerosa en la noche del 23 F.

Cuando Nuestra patria se desgaja y Cataluña amaga con irse ahí nuestro Rey, Conde de Barcelona, Rey de Aragón, apagando con su sola presencia el fuego de la disensión, serenando a un pueblo absolutamente desasosegado por unas gestiones políticas que no alcanzaban a solucionar la gravísima situación. No porque D. Juan Carlos o D. Felipe sean tal o cual, sino porque son nuestros reyes, los Reyes de España, el culmen de nuestra soberanía porque así lo han querido los siglos y lo avala muestra historia.

¡Protejan lo valioso que aún nos queda!¡No pisoteen las tumbas de sus antepasados! ¡No dilapidemos nuestra legítima herencia! ¡No es nuestra, era de los que nos precedieron y somos sólo usufructuarios, se la debemos a nuestros hijos y nos las podrán reclamar!

Viva la Monarquía Hispana.

VIVA ESPAÑA, VIVA EL REY


miércoles, 5 de agosto de 2020

Liebestod o la dicha de estar vivo.







Se pone el sol en Sanlúcar, lejos,  sobre el horizonte, pasa un barco, una gaviota, reverbera sobre los charcos que ha dejado la marea baja y la brisa orea la tarde que se va.

Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. (Ecles.)

Yo hoy estoy solo. Me he bajado una botella de manzanilla que había puesto en el congelador, y una bolsa de chicharrones que compre por la mañana en la plaza de abastos.

El dorado liquido del catavino se confunde con el de los últimos rayos.

Señor, recuérdame cuán breve es mi tiempo sobre la tierra. Recuérdame que mis días están contados y que mi vida se acaba. Salmo 39:4

Soy muy consciente de lo frágil, lo leve, lo misteriosos que es todo. Ese todo es la vida, la felicidad, la belleza…

¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. (Ecles.)

y el sol sigue su curso redondo, perfecto, indiferente al palpito de los millones de corazones que hoy latimos en esta tierra mínima que ni se vislumbra desde esa lejanía, impávido ante los que se han ido, inmutable ante los que nos iremos...

 

El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo.

Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. (Ecles.)

Liebestod, muerte de amor, el lamento de Isolda ante el cadáver de Tristán resuena en la playa vacía a través de mi pequeño altavoz. Ya es de noche. Las luces, rojas, verdes, parpadeantes, de las boyas brillan en la oscuridad. Un carguero que viene por el rio, cruza silencioso, oscuro, como el buque fantasma. Algunas sombras de paseantes con sus perros, las voces de los chavales y sus risas desde el paseo marítimo.

Esas luces plateadas, esos horizontes irisados en cientos de matices rojizos, transparentes, volubles han exaltado el ánimo.

Aun me queda un sorbo de manzanilla.

Barenboim dirige la filarmónica berlinesa casi en éxtasis y la mezzo Waltraud Meier despide a su amado con el que quiere fundirse en unos acordes envolventes, en un torbellino de voz y música que te arrastran como una hoja caída elevada por el viento:

 

Esa clara resonancia que me circunda

¿es la ondulación de delicadas brisas?

¿Son olas de aromas embriagadores?

¡Cómo se dilatan y me envuelven!

¿Debo aspirarlas?

¿Debo percibirlas?

¿Debo beber o sumergirme?

¿O fundirme en sus dulces fragancias?

En el fluctuante torrente,

en la resonancia armoniosa,

en el infinito hálito

del alma universal,

en el gran Todo...

perderse, sumergirse...

sin conciencia...

¡supremo deleite!

 

Son casi las once, la oscuridad me circunda, salgo al paseo casi en sueños, llego a casa.

Los niños se han ido a La Jara, a casa de mi hermana, a jugar a las cartas.

Reyes está en Sevilla.

Ellos se han preparado la cena.

La cocina, vacía, está hecha unos zorros.


martes, 4 de agosto de 2020

Familia de campeones

Tengo cinco hijos que son los mejores del mundo. Ahora que hemos coincidido todos en las vacaciones los disfruto aún más. Los veo salir y entrar, los mayores ya a su bola, tan felices,  jóvenes, saludables, guapos, bronceados... Han sacado todos notas excelentes y se están pasando unos días merecidos de descanso (relativo ya que a las ocho dela mañana han ido a entrenar hasta que se ha suspendido los campeonatos nacionales de piragüismo, oh dichoso Covid). Ignacio que es competidor internacional ha tenido que regresar a Sevilla por que tienen un selectivo para no se qué prueba importante...

Pues sí estoy orgulloso de mis maravillosos hijos que son los mejores del mundo.
Y usted papá o mamá que me lee dirá que es una exageración, pero no lo es, fíjese usted en los suyos. ¿Es que no son los mejores del mundo también? Pues sí.
Esa es la gracia de una familia "sensatamente imperfecta" Luri dixit, que es ese reducto donde todos son queridos por el mero hecho de ser y de nacer en ella.
Y donde se les quiere mas que a nadie porque sí. El amor es ciego, dicen, y es al contrario, el amor es un gran haz de luz que enfoca a la figura amada y la vemos tal cual es, tal cual somos todos, seres dignos de ser amados porque sí.
El que ha tenido la desgracia de no estar cobijado en una familia llevará esa carencia toda la vida. 
El mundo de fuera es inmisericorde, tanto das y tanto vales. Cuando vienen mal dadas, nos salvamos porque nos sentimos o nos hemos sentido queridos en nuestra familia sólo por haber nacido, es como una vacuna contra la desesperación y durante un tiempo hemos sido los mejores del mundo para alguien. Hemos sido reyes en nuestro trono alguna vez... ese trono han sido los brazos paternos.
Así nos quieren nuestros padres, como un reflejo del amor desinteresado de Dios. El amor no es ciego, el amor es certero. Ay, aunque a veces cueste creerlo todos hemos sido amables alguna vez.

¿Y mis hijos no tienen defectos? Como todos, son unos verdaderos petardos también, y desesperantes y aunque sean los mejores del mundo hemos de estar, su madre y yo, continuamente corrigiéndolos, amonestándolos, riñendo (gritando) y a veces con unas ganas terribles de darles un par de enormes y merecidas bofetadas. 
¿Qué cuantas veces hay que decirles que no se pone el codo en la mesa, que no se deja la ropa tirada, que ordenen su cuarto? Pues no lo sé, miles... Es una cantinela cansina y eterna. Me río yo de Sísifo.

Bueno pues a pesar de todo disfruto enormemente y tengo la suerte de tener los cinco hijos mejores del mundo.
¿Que dice usted que eso no es posible? ¿Que los mejores son los suyos? Pues claro, es que también tiene usted toda la razón. 



lunes, 3 de agosto de 2020

Tía Carmen

Fuimos a Ceuta hace unos días a ver a mi tía Carmen. La última hermana de mi abuela paterna que vive todavía con 95 años.
Es una tía muy querida, soltera, venía mucho a vernos y pasaba temporadas en casa de mis padres. Navidades, primeras comuniones... era una alegría verla, porque siempre venía a algún evento festivo y traía caramelos y chucherías extranjeros que sólo vendían allí.
Ya sabía que ella no nos reconocería. Pero yo a ella sí, la reconozco y le rindo ese pequeño homenaje de visitarla aunque no me vea. ¿Sonrió cuando le acaricié la cara o fue un gesto reflejo?
Allí está, cuidada por un matrimonio que le alimenta cinco veces al día, todo triturado, la lava y le cambia los pañales.
Qué sentido tiene todo eso, no lo sé. Aunque lo intuyo. El misterio sagrado que late en la vida humana, en toda vida humana se hacía patente. Por dignidad, mi tía Carmen es asistida delicadamente hasta que muera. Ahí estamos todos los seres humanos representados, no dependemos de nuestra inteligencia, belleza o utilidad para justificar la existencia. Somos valiosos por el mero hecho de ser y mi tía Carmen en su desvalida vejez, que ella, tan independiente, jamas hubiese querido para sí, como yo tampoco la deseo para mi, nos sigue dando un ejemplo. Creo que para mis hijos fue aleccionador.
El ser humano en toda su maravillosa grandeza estaba allí, en ese miserable cuerpo encogido, delgado, débil y dependiente hasta el extremo.
Qué triste, qué profundo, qué serio, qué hermosa enseñanza, querida tía Carmen.