jueves, 21 de marzo de 2019

Poesía en la Anunciación



Ayer de nuevo se produjo uno de esos momentos mágicos en los que flotó la poesía sobre los presentes en la iglesia de la Anunciación de Sevilla.
María Sanz fue recorriendo los días de Domingo a Domingo y nos introdujo en una Semana Santa lírica, íntima y  profunda.
Tan delicada, tan exquisita como los sonidos del violín de Jaime Gibbons que la acompaño mientras recitaba.
Cuando concluyó no nos atrevíamos ni a aplaudir por no romper el hechizo. El espíritu de Rafael Montesinos, que da nombre al Aula, y de Cernuda flotaban en el ambiente.
Los que asistimos sabemos que fue un momento único y fuimos afortunados.
Como siempre se dejó el atril para los que quisiesen aportar algo.
Como no estaba presente, leí un poema precioso de Maribel Moreno, sobre la luz y el instante que pasa, para mi fue un regalo que contaran conmigo para darle voz.
Tomás del Rey nos emocionó con su lectura poética de un Jueves Santo con su madre. ¡Qué recorrido en la memoria lleno de belleza!
Se leyó un soneto sabrosísimo sobre Montesión entre los aplausos y el olor de adobo y Manuel Lamprea pronunció un poemazo, Hogar, sobre la túnica nazarena con que se cerró la sesión.
Desde aquí agradezco a la Hermandad del Valle, a Gonzalo, su Hermano Mayor y al organizador, Rafael Roblas, por conseguir que esto siga. Somos conscientes de que cuando se realice la antología, que es imprescindible, se conseguirá una recopilación de lo mejor que se haya escrito nunca sobre nuestra Semana de Santa.

lunes, 4 de marzo de 2019

EL DESAYUNO

Es lunes.
Manolo se despierta hosco, casi no da los buenos días, desayuna rápido. Da golpes en la puerta del cuarto de baño para que su hermana salga. Los dos pequeños que todavía duermen protestan desde sus cuartos.
La cafetera resopla y expulsa el aire comprimido dejando toda la cocina aromatizada. Un desbarajuste de platos, tazas, migas de bizcocho y tostadas.
Mamá, atareada, rellena cinco bocadillos y los envuelve en papel de plata para que tomen algo a media mañana. En la Termomix algo burbujea para el almuerzo. Se van yendo. Alguno se deja el bocadillo olvidado en la encimera. Manolo, que se escapaba, regresa a regañadientes y acerca la cara para que se le de un beso de despedida. Como si quemasen, apenas un roce, un visto y no visto y se va corriendo.
Reyitas es más amable y viene ella sola a despedirse y nos da un beso como Dios manda. Ignacio también. Este a pesar de que hace frío lleva el jersey en la cintura y va en mangas de camisa.- Niño, que te vas a resfriar- Que no, papá, que hace calor. Esta en la edad de lucir palmito, digo yo.
Reyes, hija, bajate la falda- le dice su madre. Lleva la del uniforme en plan minifalda y se le ven las piernas largas y delgadas con los calcetines. Típica quinceañera. Se lleva así- protesta- ¿que quieres que parezca una monja?.
Ya solo quedan los dos pequeños que ven Doraemon (el gato cósmico) mientras se terminan el Cola-Cao.
Me despido de ellos con el beso de la suerte, les digo y repaso mentalmente que llevo todo, llaves, móvil, dinero, los papeles... aun así a veces tengo que volver cuando ya estoy en la portería.
¡Adíos, adiós!
Cierro la puerta del hogar dulce hogar que quedará vacío hasta el mediodía en que tocan de nuevo a retreta.