Reyes, a sus doce años, se negó en redondo a seguir vaciando el friegaplatos porque decía que su hermano mayor no ayudaba.
Por mucho que le decía que aquél tenía que hacer otras tareas no transigía. Era un pulso a su padre en toda regla. Me daban ganas de pegarle una bofetada en condiciones y acabar con aquello, pero me contuve. La di un ultimátum. O lo haces o no te bañas en toda la mañana en la piscina. Lo terminé de vaciar yo. Ella no se bañó en toda la mañana en la piscina.
Me costó mantener el castigo, después de llegar en bicicleta, con 39 grados al club. Sólo podía ducharse. Allí estuvo desde el bordillo viendo como jugaban sus hermanos. Aunque yo me fui a leer el periódico a la sala con aire acondicionado, cuando volví, seguía cumpliendo el castigo a rajatabla. (Uf, menos mal, ¿Cuál hubiese sido el grado del siguiente castigo?). Por la noche le dije que me había disgustado mucho su actitud y que me había dolido tener que ver como se quedaba sin bañarse.
Por la tarde, ópera: El Ocaso de los Dioses. El fin de la tetralogía. Salir de casa a las cinco y media con 40 grados y disponerse a tragarse seis horas de Wagner, es fuerte. Son de esas cosas que se hacen por fe. Porque se saben que compensarán a pesar de todo, porque lo que le pide uno el cuerpo es quedarse tumbado durmiendo la siesta y no colocarse una chaqueta, aunque sea blanca y aunque sea de hilo.
No me defraudó. Fue un espectáculo grandioso. El montaje escenográfico de la Fura del Baus, fascinante. La conjunción de música e imágenes, con las 10 pantallas gigantes moviéndose por el escenario, las grúas, las luces…
El elenco de voces muy bueno, muy potente, muy wagneriano... la orquesta envolvente, soberbia, empastada... . (La iracunda Walkiria me traía reminiscencias de mi dulce hija esa mañana). El cortejo fúnebre de Sigfrido por el medio del patio de butacas, reproduciéndose en el telón de grandes dimensiones y con la música fastuosa de fondo, fue inolvidable. (La Walquiria arrepentida lloraba a sus pies). En fin, mereció la pena suprimir la siesta, superar el calor, ponerme la chaqueta y vencer la pereza vespertina.
Cuestión de fe.
Esta mañana, le dije de nuevo a mi pequeña Walkiria rebelde que vaciase el friegaplatos. Lo hizo muy solícitamente. ¿Sólo medio, vale, papá? Lo demás Ignacio.
Bueno, sólo medio. Me pareció razonable.
Más vale no tensar la cuerda demasiado...
La primera ópera a la que asistí, casi obligado, fue Fidelio, hace años. No duró seis horas, claro. Luego he visto y escuchado algunas, pero reconozco que el video no está nada mal. Creo que Fernando Fernán Gómez acudió, hace años, en mi ayuda cuando le oí decir que habiendo grabaciones tan buenas de obras de teatro ir a verlo en directo le daba, muchas veces, una pereza muy grande. A mí también, lo reconozco. No somos perfectos.
ResponderEliminarUn abrazo
No somos perfectos, eso desde luego... Pero estoy seguro de que hubieses disfrutado mucho en mi lugar, no sólo con la música, si no además como experto en imágens y saber mirar.
EliminarUn abrazo