Ayer me llegó el olor de las horas pasadas
en el blanco y negro de los primeros años,
de antes de nacer.
Fue un gitano que vendía racimos de jazmines apretados
en un canasto por la calle Sierpes...
Y una vieja, en la misa,
con el rostro como la tierra seca de verano
toda de negro, toda,
el jersey, los zapatos,
y unos pendientes, negros
como los de las viejas de esa España pérdida
de lutos y recuerdos
de los muertos.
Y el pelo recogido,
coronada de plata,
el moño bajo, sobre la honesta nuca
los pasadores negros
ordenando el cabello.
¿Qué tristeza guardaba
tan serena y oscura?
El color del pasado volvió por unas horas...
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