Desde
que tenía 12 años, sin faltar uno he vestido mi túnica negra de
ruan. Fue mi padre, cuyas cenizas están a los pies del altar del
Cristo, quien nos llevó, a mis hermanos y a mi por primera vez.
Se
enamoró de esta cofradía, cercana al ambulatorio donde iba cada
día. El curaba a los vecinos de este barrio clásico y antiguo de
San Vicente, muchos de los cuales eran también hermanos de nuestra
Hermandad.
Al
vivir fuera del centro no podíamos cumplir ese rito de ir andando. Y
vestidos con la túnica y los capirotes quitados nos montábamos, eso
sí, ya en silencio, en el coche, que en aquellos días todavía se
aparcaba fácilmente en la calle Baños, o en Redes, cerca de la
capilla.
Ahora
soy yo el que llevo de la mano desde mi casa, ahora sí, andando, con
el antifaz cubierto, sin mirar para atrás, por el canino mas corto,
a dos monaguillos, junto a tres nazarenos, más altos que yo. Es la
vida que sigue. Son los siglos que corren por mis venas y las de los
míos, igual que la de aquellos que en el convento de la hoy Plaza
Nueva, donde ahora hay un banco, fundaron unas reglas y unos ritos
que todavía seguimos.
Hoy
no, hoy por primera vez no visto mi túnica de ruan y la lápida
donde yace mi padre al pie del altar no sentirá los pies descalzos
de los nazarenos de la Vera Cruz que forman la cofradía.La
procesión va por dentro, se dice...y cuanto hay de verdad hoy en
ello.
La
procesión hoy no tiene más remedio que ir por dentro…
Ahora
tras tomar la taza de café, tras haber visto pasar a la joven
cofradía de San Pablo por mi puerta, donde a la Virgen le han tirado
miles de pétalos desde nuestros balcones, unos jóvenes del barrio
periférico, entusiasmados, vestidos de Domingo, que se despiden de
nosotros hasta el año que viene, qué ironía hoy, en lo que ya es
una tradición, ahora tras tomar esta taza de café y la torrija me
dispongo a revestirme con la túnica con la quiero ser amortajado,
ahí están planchadas, las largas colas cogidas con alfileres para
que no arrastren, los espartos, el cíngulo, el escudo, los roquetes
de encaje de los pequeños...pero hoy no esta el perchero, con los
capirotes de cartón esperando, con la cestita de mimbre negra, el
mismo donde se van a colgar poco después los trajes y mantoncillos
de gitana, hoy no hoy la procesión va por dentro
Oncemil
es el número fatídico de tantos a los que se ha llevado la epidemia
maldita, muchos, la mayoría son ancianos, a los que la muerte les ha
venido deprisa, antes de lo debido. Por mi ventana he visto estos
días llegar furgones del tanatorio en un rosario trágico llevándose
ancianos de la residencia vecina. Los militares heroicamente acuden
continuamente a desinfectar el edifico, los médicos y enfermeros, se
asoman al balcón a tomar el aire a veces, con sus trajes de
protección en una imagen onírica y terrible.
Hoy
no bajaré las escaleras, cuidando de no chocar el capirote contra
los dinteles, no atravesaré la plaza, no cruzaré por Cuna,, no
llegaré a San Andrés abriéndome paso entra la bulla que espera
impaciente y jubilosa a Santa Marta, no llamaré al cancel del atrio
de mi capilla,, donde me esperan los hermanos que revisan, que no
lleve adornos, ni joyas, ni reloj, sólo la alianza, el escudo en su
sitio, el cíngulo hacía el lado correcto.
Hoy
no rezaré el padrenuestro preceptivo antes de descubrirme ante los
Titulares, el Ave María ante la mas triste de las Vírgenes, hoy
no… porque la procesión va por dentro, por dentro de las arterias
de todos los sevillanos de todos mis hermanos que revivimos, como si
se hiciera presente estos hábitos seculares, cuyo peso es tal que
aunque no haya salidas, ni pasos ni flores, cera, ni música, todos
vamos a hacer nuestra estación de penitencias, habrá como una
misteriosa nube que nos cubra, que sobrevuele la ciudad vacía, y en
cada casa, en cada alma, en cada corazón de los nazarenos de este
lunes santo se hará presente y nos insuflará el hálito de esta
comunión casi milenaria decantada por la repetición perenne que hoy
no se interrumpe, porque no puede ser, es imposible: la procesión
hermanos, todos, no lo dudemos, este año, la llevamos muy dentro.
Este año haremos una penitencia, sin estación, mayor que los otros.
ResponderEliminarSin duda, Joaquín, que vacío!
EliminarSabes transmitir esa manera profunda de vivir la Semana Santa y en cierta manera nos la haces vivir también a nosotros.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias. Son emociones compartidas. Gran abrazo.
EliminarVaya. Lo siento.
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