En esta tarde única podemos sentir la brisa de las flores, la miel de los naranjos, la aspereza sutil del limonero, los élitros diligentes de los insectos que zumban para despertar a la primavera, que se cierne sobre nosotros, que se acerca y que nos apremia a que estemos atentos a la sangre que, viva, circula hoy por nuestras venas, cálida como la tarde, fluyente como el tiempo, dulce como la melancolía de los ecos, de las voces idas que nos llegan .
O nostalgias de esplendores pasados, de bodas imperiales, de madrigales y sonetos, de esculturas de mármol y fuentes de colores, de sátiros y ninfas, de sinfonías de agua, de huríes entre arrayanes, de sultanes omeyas, de reyes y de infantas, de homicidios y traiciones, de leyendas y mitos…
Oh, Alcázar de los sueños, de la luz y el misterio, del color y la bruma, de la armonía y el sol, de pléyades y estrellas…
Aquí, canto el poeta Almotamid los ojos morenos de Itimad, aquí paseó Isabel con la miel de la luna en los labios, aquí la Reina Católica estalló de gozo al alumbrar al sol de un imperio que nunca se ponía… aquí curó un rey su melancolía, y aquí se remansó la belleza de la tierra, que a través del Río Grande abraza el cuello de la ciudad como el collar de la paloma…
Oh, Alcázar de Sevilla, oh jardines deliciosos de esplendor y rumores escondidos que llegan de laberintos del pasado.
Disfrutad -el oreo de la tarde nos susurra- gozad del acopio del tiempo en vuestras manos, percibid como se va, no lo malgastéis, que como el limón que se refleja en el agua de la fuente, es puro, puro oro…