lunes, 31 de marzo de 2014

UNA CENA SIMPÁTICA

Cuando llegaron los invitados, la casa estaba deliciosamente en calma…
Las luces indirectas, la música de fondo, las velas encendidas, grandes ramos de flores de naranjo y las rosas recién cortadas de las macetas de la azotea, en pequeñas jarras de cristal, entre las mesas blancas de manteles de lino…
A través de los balcones la Iglesia del Salvador lucía, iluminada, y la Giralda resaltaba, de oro, sobre la noche, lejana…
Los niños, en pijama, limpitos y risueños, estaban en la salita de arriba, silenciosos, viendo una peli.
Todo era paz, armonía, delicadeza y encanto…
Y yo pensaba, recibiendo los halagos de los amables amigos, que tenían que haber estado sólo una hora antes en el mismo escenario.
La cocina era un campo de batalla, donde Reyes trataba de poner orden: las bandejas, la carne por partir, la mayonesa, la salsa de no sé qué, y el sunami, o sachusí o yo que sé…de salmón frio, cuya salsa de soja yo debía de acabar.
Reyes e Ignacio gritaban, porque nos estaban “ayudando” con el mousse de limón, y no llegaron a las manos porque yo llegué a tiempo, mientras los dos pequeños, subidos en las sillas asomaban sus cabezas por encima de los hombros de los demás empujándoles. ¡Que no eches más yogur, que yo exprimo el limón, quítate, déjame a mí…!
Hasta que dando un grito tremendo, mandé a todos a sus cuartos castigados, ¡Y tú también Manolo, que te he dicho mil veces que no juegues al futbol delante del espejo!
¡Qué ejemplo estáis dando, qué desobediencia, en vez de ayudar lo ponéis todo patas arriba, estaréis contentos!- Su madre y yo relatábamos a punto del colapso.
-Yo no he hecho nada, ha sido culpa de…- y se acusaban unos a otros.- ¡TODOS, HABEIS SIDO TODOS!- clamaba yo. -¡Venga los pijamas! ¡venga fuera de la cocina!-
Reyes- agotada- y aún no sé ni que me voy a poner, se quejaba- y yo, hasta el gorro, sin afeitar, sin duchar y a treinta minutos de la hora hache.
En fin, un desconcierto total…Era el caos, la vorágine, el vórtice de un huracán…
Nos arreglamos deprisa, a mi no sirvió de mucho, pero Reyes, salió esplendida (unos minutos le bastaron) con unos pantalones muy estilosos (sic) de colorines, que la primera vez que yo vi creí que era un pijama, pero que en conjunto, una vez acostumbrados, tienen su aquel…
En fin a la hora en punto, la casa era una balsa de aceite..
Los invitados iban llegando…
¡Oh, que bonito, que bién, que agradable…!
Reyes y yo sonreímos, los niños arriba callaban, y yo pensaba para mí:
¡Si yo te contará!

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