Sobre la Vega del Guadalquivir se asentaron las poblaciones primitivas, casi a la vera del mar, que entonces, pásmense, llegaba Coria del Rio, donde desembocaba el Guadalquivir, que entonces se llamaría sabe Dios como, pero que algún nombre tendría... En esta foto estoy encima del dolmen de La Pastora, descubierto en 1880. Y se ve a lo lejos la Ciudad debajo y los Alcores al fondo, todo era entonces marisma y agua... Por eso se establecieron en la cornisa alta del Aljarafe.
Entramos en el corredor de 43 metros, el más largo de Europa, para desembocar en la cámara mortuoria, con una falsa cúpula de aproximación de hiladas, pequeña, casi no cabíamos el grupo, que no podía ser mayor de diez. Íbamos solos, con una linterna que el guía, que se quedó en la puerta nos dejó, y caminamos por el pasillo oscuro, agachados, con un fuerte olor a humedad, tocando las paredes de lascas de pizarras que habían construido minuciosamente aquellos pueblos remotos.
Pisamos las mismas grandes piedras que ellos pisaron cuando llevaron los cadáveres de esos personajes importantes del pueblo y sus familiares, que depositaban en posición fetal en el suelo, como una vuelta al útero, traspasando el umbral hacia la otra vida, rodeados de su ajuar, collares, idolillos, peines de marfil, hachas, flechas pulidas, vasijas...Era una sociedad organizada, y tan humanos como nosotros. Algunos llegaron a medir 1,77 m, y su configuración anatómica era como la nuestra.
En la vitrina del museo estaba expuesto el cráneo de un niño muerto a los siete años, con los dientes de leche junto a los definitivos, algunos todavía dentro de las encías...
Esa calavera estuvo animada por un alma, y se unirá de nuevo a ella, no sabemos cuándo… y fue hijo de alguien, miembro de una familia, y le llorarían cuando murió tan pequeño, porque aunque entonces la mortalidad infantil era altísima, era un niño, tanto como los nuestros ahora. Impresiona ver una persona que fue, que sintió, que tuvo las ilusiones y la ingenuidad de cualquier niño, allí expuesto bajo el cristal.
En esta foto una enorme piedra con unas oquedades, cuyo significado se ignora, pero, qué duda cabe, algo significaría, si no habrían puesto otra. Pasamos sobre ella con nuestros zapatos deportivos, los niños corriendo en tropel.
De vez en cuando para crear ambiente alguien gritaba y todos pegaban un respingo. Al salir de la oscuridad viciada a la fresca y luminosa mañana parpadeábamos y volvíamos al siglo XXI.
Los dólmenes se ubican en sitios privilegiados, simbólicos, altos, y la luz entra en el solsticio e ilumina la cámara desde la puerta. En el mismo sitio, por su posición perfecta, se ubican hoy las grandes antenas y repetidores para captar las ondas de radio y TV. Justo a pocos metros del dolmen, en esta foto:
La crisis ha tenido su lado positivo, en esta imagen vemos los cerros sobrios, simples, áridos, solitarios, bajo los cuales se halla el dolmen de Montelirio, el más valioso de los encontrados, con todo su ajuar intacto y todavía no visitable, y allí, justo a la derecha, donde se pierde la línea del horizonte con la gran ciudad, sobre esos olivares pobres, y esas lomas terrosas y resecas, y esos eucaliptos difuminados en la lejanía, allí se iba a construir un gran centro comercial, una urbanización de adosados, "un complejo lúdico" y en su centro, iba a quedar, ¡por supuesto iba a ser respetado!, el dolmen prehistórico entre coches, autovías, bares, cines, ikeas, carrefules y decahtlones...
Prefiero los simples collados...
Lo pasamos muy bien, los niños también disfrutaron. Mi hija Reyes iba desganada, ¡Papá, que rollo eso que vamos a ver! - decía.
De vuelta en el coche, mientras colgaba las fotos en "istagram", les pregunté ¿qué tal, ha sido un rollo? Que va, papá…¡Chulísimo!
Bueno, poquito a poco le vamos quitando el pelo de la dehesa…
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