viernes, 30 de noviembre de 2012

Murillo y Justino de Neve III

Don Justino de Neve, como buen anfitrión nos da la bienvenida.

Don Justino, nos espera sentado en un sillón de madera y terciopelo tachonado. Junto a una mesa, sobre la que reposa un gran libro. Es una suma teológica, o un profundo tratado sobre el determinismo, puede ser la Concordia liberi arbitrii… del jesuita Molina, impreso en la ciudad de Cuenca en la  oficina  de un tipógrafo italiano. Un reloj delicado, de bronce dorado, herencia, tal vez de su abuelo paterno, que labraron artesanos del ducado de Brabante, marca el tiempo pausadamente y la campanita de plata cincelada espera a ser usada cuando D. Justino llame a la fámula para que le traiga el chocolate de la tarde a la hora en punto.
Ahora descansa  un momento de su lectura. Piensa. Su dedo marca la página de un breviario que sostiene, pequeño, con finas páginas de vitela y mira al espectador. Esa mirada denota inteligencia y sensibilidad. Viste de negro con amplio  traje talar. Un pesado cortinaje recogido sobre la escena deja entrever al fondo un paisaje, brumas y árboles, tras la balaustrada. Todo es sobrio, elegante, serio. Lo propio de un señor canónigo, que aunque joven aún, es miembro del cabildo de la Patriarcal, Santa y Metropolitana Iglesia Catedral de  Santa María Mayor de Sevilla. Ha llegado muy alto y es heredero de una fortuna familiar, que gasta en beneficio de los pobres, la Iglesia y el arte. Sin embargo… en la escena, inesperadamente ha entrado un perrito, que ladra desde una esquina mirando a su amo. El perro es alegre, juguetón, impropio de un hombre de esta categoría y para colmo el ama o una sobrina o la joven y alocada criada le ha puesto un gracioso collar con cascabeles y un lazo de agresivo bermellón.
EL perrillo salta y reclama sus derechos al paseo y las caricias. D. Justino parece contenerse. No es momento, no es momento…
 Pero ya no nos engaña, hemos descubierto que bajo la oscura sotana, don Justino no es tan serio como parece, y quizás el libro que sostiene en su mano, quien lo pensara, es la obra de otro sevillano que narra las graciosas aventuras del pícaro Guzmán.

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