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Cuadro de Ferrer Dalmau, sobre la batalla. |
Menos mal que también de vez en cuando saltan a los titulares personas ejemplares. La cosa estos últimos días va de mártires y héroes. Por una parte las beatificaciones de los asesinados por ser católicos en la Guerra Civil, que murieron perdonando y no renegaron de su fe (con lo fácil que les hubiese sido) y por otra parte la visita que hice hace unos días a la exposición de "El regimiento de Alcántara" en Capitanía de Sevilla.
¡Admirable, asombroso, emocionante!
Es bueno que sepamos que hubo, que hay, otros hombres con otros valores...
Remóntense al desastre de Annual, a la trágica guerra de África, llena de incompetencias, errores, corrupción. En desbandada más de cinco mil hombres, soldados y oficiales (estos los primeros) tratan de sobrevivir en un sálvese quien pueda, indigno y vergonzoso, instado por el propio mando.
Eso sí, comprensible. Detrás vienen los rifeños con alfanjes afilados cortando cabezas a diestro siniestro y jugando al tiro al blanco, parapetados en los desfiladeros de salida. Como trofeos lucen las cabezas de los degollados en sus picas. Los muertos son despojados de todo lo que tenga algo de valor y yacen con la boca abierta, profanados, tras arrancarles las dentaduras de oro. Y cosas peores...
Comprensible pues, el terror y la huida, que no justificable.
En esto, el Regimiento de Alcántara, que se remonta a los Tercios de Flandes, al mando del Teniente Coronel Primo de Rivera (Fernando), hermano del Dictador, es mandado a atacar a los moros, en una ofensiva que permita entretenerlos y ampare la huida de los demás.
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El desolador campo de batalla tras el combate. Foto ABC |
Es mandarlos a una muerte segura. Como así fue. De 691 miembros del mismo murieron 541 en cuatro horas, en sucesivos ataques en los que iban cayendo sistemáticamente, sin piedad, acribillados.
Lo verdaderamente grande es que ellos lo sabían desde el principio y no dudaron. Sabían que su vida salvaría muchas vidas. Era la hora de cumplir con su deber. (Qué raro nos suena esto hoy en día). Pues sí, cumplieron, y salvaron vidas: unos cinco mil hombres. A una media de diez vidas cada muerto.
Héroes sin lugar a dudas. También los veterinarios del regimiento, los herradores, los jóvenes cornetas, de no más de 15 años, se incorporaron voluntariamente cuando ya no quedaban casi soldados...
¿Quién hoy haría una cosa así? Me gustó la exposición. Es bueno, muy bueno, que estos hechos se conozcan, para que veamos que en medio de la barbarie siempre nos quedarán los héroes y los mártires.