Voy a trabajar en bicicleta a través de la niebla. No se ve el río, ni los árboles, ni la carretera más allá de unos metros.
Es aún de noche y las figuras parecen fantasmas.
Los faros de los coches intentan atravesar la espesa bruma con dificultad y sus focos iluminan en ráfagas unas nubes harapientas hechas jirones.
La humedad forma gotas en mis pestañas y moja mi camisa. Si miro al frente parece que voy a ninguna parte, sin embargo si bajo la cabeza veo la carretera, firme, con gran claridad y unos metros en derredor.
Ese espacio me sigue y un poco más allá, donde todo era gris, se abren los perfiles y se vuelven a cerrar detrás de mí cuando paso.
La vida también es así, a veces miramos el futuro y no vemos más que incertidumbre y dudas. No importa. Si bajamos la cabeza al presente, vemos con claridad el día de hoy y el de mañana y quizás hasta el domingo que viene. Bueno, con eso basta, la seguridad de esos metros nos permitirá llegar más lejos.
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