La edad no perdona. Este mes de agosto he procurado eliminar toxinas y recuperar algo la esbeltez pérdida de la dorada juventud, aunque sin llegar ¡eso no! a las tabletas aznaríes, que tampoco se trata de epatar a nadie. No pretendo ser mirado y admirado por las chicas por mi torso marmóreo y pasear a pecho descubierto por la playa, ni enfundarme en camisetas de cinco tallas menos para que se marquen mis trabajadas líneas musculares a punto de estallar. No, no se trata de eso. Simplemente que las cervezas que ingiero antes de cada comida, como otros se toman los medicamentos prescritos, tres veces al día, no hagan estallar de alegría la curva de la felicidad, y pueda seguir remetiendo los chemislacoses o los fredperris por dentro del pantalón sin estirarlo como un chicle. Con eso me conformo. Pero. ¡ay! para eso hay que pagar un peaje, y cuan caro sale.
Mi admirado EGM me lo ha recordado hoy en su blog: http://egmaiquez.blogspot.com.es/2013/08/jogging.html
Los que no estamos demasiado metidos en el mundo del deporte nos las vemos y las deseamos. Por lo pronto para conseguir el uniforme adecuado que no es cualquier cosa. Carecemos de un fondo de armario al uso. Los zapatos están viejos, o se han oxidado, no tenemos calzonas, ni camisetas lúdico-deportivas al efecto, y nos apañamos con lo que tenemos a mano, con lo cual el modelo final no combina adecuadamente y la facha puede ser atroz.
En mi caso, este año olvidé los botines en Sevilla. Algunos días he ido al polideportivo a encestar algunas canastas con mis hermanos en alpargatas de esparto.
De mis cuitas sobre el calentamiento previo al footing o de mi travesía natatoria en la mar de Sanlucar hablaré mañana .
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