Y nosotros escondíamos la cabeza y bufábamos, ¡papá, por Dios, que le importa a la gente. Van a pensar que somos unos asquerosos repelentes!
Ayer me sorprendí, como él, cuando Reyes me telefoneó con los boletines recién recogidos, anunciando a mis compañeros de trabajo las buenas notas que habían sacado mis cinco hijos. ¡Y a Manolito, lo han felicitado particularmente en la reunión de evaluación de profesores!- añadía.
Ahora comprendo, el orgullo legítimo de mi padre. Y también sé, que la gente es buena e indulgente y perdona a los padres, nuestro envanecimiento, y sonríen condescendientes, conocedores de nuestro "desequilibrio emocional".
Las broncas, los paseos de arriba abajo durante el curso: al colegio, al conservatorio, al futbol, a los cumpleaños… El "¡niño estudia!", el tomarles la lección, el recortar y pegar las fotos de cuadros, naturaleza, animales, las sumas, los quebrados, los ríos y montañas, el inglés, el pegamento, la ortografía, la lectura, los castigos, las prohibiciones: la tv, los programas no permitidos, la PSV, el ordenador, la Wi…Las luchas a la hora de acostarse, las batallas a la de levantarse, con lluvia, con paraguas, con katiuskas, con frío o con calor...every day...
Ahora han dado sus frutos. Todos con sobresalientes y notables. Y aquí dejo constancia.
(¡Ay, padre, quién me lo iba a decir!)
No hay comentarios:
Publicar un comentario