miércoles, 31 de julio de 2024
Noche de ronda
martes, 23 de julio de 2024
CÁDIZ
Cádiz es una ciudad preciosa, fascinante y encantadora. Cada vez que voy descubro algo sorprendente. Tiene un algo de Venecia, esas calles altas y estrechas a la que faltan los canales, algo de Génova y un mucho de la Habana. La luz es rutilante. Al ser casi una isla, tan pequeña rodeada de azul, el reverbero del agua flota en el aire y aunque no se vea, el mar está siempre presente sobre las azoteas, tembloroso.
Las iglesias se enmascaran alineadas entre las casas y tras la puerta se abren las bóvedas que custodian retablos barrocos, reliquias, exvotos y Cristos con cabello natural y cruces al hombre de plata peruana.
Hemos entrado en la Santa Cueva. Qué refinamiento de la alta burguesía comercial de una ciudad que se convierte en el XVIII en un emporio donde se trasiega con porcelanas, especias, sedas, y productos de todo el mundo y que es capaz de llamar a Haynd para que componga la música y a Goya para que cubra las paredes de sus oratorios.
Y Gravina y Trafalgar y Ulloa y los ilustraods y los doceañistas de ambas Españas...
Ha tenido suerte la ciudad, todas las barrabasadas del desarrollismo las han hecho de Puerta Tierra para afuera, cargandose la playa, eso sí. Bueno, la playa es tan hermosa que no hay quien se la cargue, pero todo el encanto Belle Epoque de las villas y chalets ya no existe y el desorden de construcciones feas y anodinas lo invade todo. Pero el casco histórico se fue degradando de manera lamentable, hace 20 años, daba pena, pero ahora como nada se ha destruido al ser remozado está despertando a su antigua belleza, como una mujer que se acicala tras una mala noche y vuelve a recuperar su lozanía que nunca perdió.
Cádiz es una maravilla, una concha de nacar entre el mar y el sol.
lunes, 22 de julio de 2024
¡VACACIONES!
El primer día de vacaciones. Estamos solos. La casa con las habitaciones vacías. Amanecimos los dos como si fueramos unos jubilados. Nuestro cafe y las tostadas, el zumo de naranja en el patio. Todo recogido en un momento. No el lío del lavaplatos que se forma en cada comida que practicamente queda lleno. Comprendo ese afán de reciclaje que tiene ahora la ciudadanía. Claro, con esa tranquilidad da para poner tres o cuatro bolsitas para cada residuo y después entretenerse tirándolas en diversos recipientes. No creo que al planeta eso le sirva para bien ni para mal pero sí que genera una íntima satisfacción de que algo se hace y sobre todo debe ser la mar de entretenido para los que no tengan otra cosa mejor que hacer. Hoy ha llegado Ignacio y después de comer Pilar. Aún así esto sigue pareciendo la casa fantasma, Santi haciendo el Camino Portugués, Manolo en casa de unos amigos en Nerja y Reyes sigue en Génova, donde se ha tirado un año de Erasmus formidable.
No es que tenga el síndrome del nido vacío porque estoy a gustísimo pero también estoy deseando tenerlos aquí a todos y que cada comida sea una fiesta y un alborozo y un jolgorio y que el lavaplatos no pare de funcionar.