El día ha amanecido gris y frío. Una o dos personas cruzan la Plaza del Salvador. Las palomas se cobijan en las cornisas de la iglesia y no se atreven a salir. Con una carretilla el transportista carga los barriles de cerveza de los bares aún cerrados. Ahora se abren los paraguas.
Sentado en la camilla, con el brasero encendido, escribo. Los cinco niños duermen. He podido leer el Evangelio de hoy, radiante. He podido navegar entre mis blog favoritos. Estoy de vacaciones...
Pronto despertará la tropa, pero que me quiten este ratito de silencio...
Tengo preparado churros y chocolate para que desayunen. Reyes está en su trabajo.
Me espera una mañana de "padre" y muy señor mío. Qué bien.
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