sábado, 24 de diciembre de 2016

¡Luz, más luz!

Me manda mi hermana este vídeo casero, hecho en la noche de ayer, cuando se inauguró la  iluminación de la Iglesia del Hospital de la Santa Caridad, una de mis favoritas de Sevilla.
Cantaba el coro del colegio Entreolivos en el que participa mi sobrina Isabel.

Poco a poco se van encendiendo las bóvedas y los Murillos y las obras de arte inigualables (a pesar del expolio de Soult)

Me parece perfecto para felicitar la Navidad. Hoy llega la Luz de Mundo.

En este día, cuando comienzan a alargarse las tardes, concluyo con las últimas palabras que dicen pronunció Goethe y pido yo también para todos:

¡Luz, más luz!



jueves, 22 de diciembre de 2016

Vísperas de Navidad

Día de vacaciones. Los dos.
Me levanto y pongo el soniquete de la Lotería de fondo mientras me tomo el café. Inevitablemente regreso al pasado. Reyes ya vuelve de llevar a los niños del colegio y se toma otra taza conmigo.
Aprovechamos que es temprano para salir sin gente y echar la carta de los Reyes Magos.
Hace frío, pero el sol brilla intenso en un cielo  claro y azul, y reverbera en  las bombillas apagadas de las guirnaldas de Navidad.
En Decatlón compramos tres pares de zapatillas de deporte de varias tallas y algunas cosas más. Mientras Reyes paga me adelanto a misa de once, donde la espero. La Capillita está dorada y espléndida, con flores de Pascua colocadas entre las  volutas de los retablos barrocos. Esperando al Niño, la cuna vacía al pie del altar.
Comulgando juntos en la mañana de un jueves cualquiera, por lo extraordinario, lo disfrutamos más.

En la tienda de ropa nos atiende la dueña, joven y con estilo, y se extraña de la ausencia de público, quizá por la lotería. De pronto nos sorprendemos hablando de nuestros recuerdos de infancia, de las vacaciones que solían comenzar este día, de nuestras madres haciendo deliciosas comidas, de los olores del pavo, de la carne  en el horno, y ella va evocando el perfume de su madre cuando era pequeña y el de los jacarandas del jardín de su casa y el césped recién cortado del verano y la dama de noche de los patios... de repente nos callamos. Nos hemos dejado llevar. Debe ser el sonido de la lotería, la cercanía de la Navidad. Nos deseamos suerte aunque no nos haya tocado la lotería. En todo caso no nos podemos quejar- dice ella. No nos podemos quejar- corroboramos.

Salimos llenos de bolsas, y entramos en el Labradores para hacer otra parada. Café en el bar. Está casi vacío. Con su zócalo de madera y su reloj antiguo, tanto como el camarero de siempre, todo tiene un aire indefectiblemente ingles. Aprovecho que en la barbería no hay nadie, pues tengo ya unas greñas indecentes. Llevo el periódico, que no leo, La radio emite la lotería y el aura de la Navidad se hace presente. Hablamos de esto y aquello y de su hijo que estudia en Barcelona primero de Medicina. Ha tenido que irse hasta allí -pero mañana vuelve a casa- me dice contento. -Como el anuncio- le respondo. -Como el anuncio- contesta él un poco emocionado.

Salgo con un peso quitado de encima. Ahora a otra zapatería y luego a otra. Mas bolsas.
El sol nos deslumbra por la calle Cuna y se abre en una verónica en la Plaza del Salvador. Dejamos los paquetes y aprovechamos para recoger a los niños del colegio.
Nos cruzamos con una madre que viene de vuelta.  -Anda, qué bien los dos- nos dice alegre- Si, los dos- Sonreímos, A los diez metros otra madre- Mira, qué bien los dos-
Qué bien, los dos- Confirmamos.

Nos damos cuenta que es un pequeño lujo poder ir tranquilamente a recoger a los dos pequeños.
Aprovechamos y tomamos una tapa de adobo en el barcito típico junto a Tetuán, donde siempre pasamos deprisa perseguidos por el olor delicioso de los boquerones. Hoy nos paramos. Hace no mucho pasé un rato inolvidable con mi amigo A., hablando de poetas y poesías, entre cervezas, tortilla de patatas y frituras de adobo.
Hoy Pilar lleva un globo que golpea las narices de los parroquianos, y dos colas con sendos lazos azules, como el uniforme del colegio. Pide calamares. Le damos calamares. Piden Fanta. Les damos Fanta. Hoy se lo concedemos todo. Estamos facilones.

En casa me espera un sobre con una felicitación de navidad, que me hace gran ilusión, quizá sea la única que reciba por correo postal. Como siempre está primorosamente editada, me recreo en ella, es un gusto tocarla, mirarla y leerla.

Van llegando los mayores y se van sentando a la mesa. Estrenamos mantel de cuadros rojos. No nos ha tocado la lotería, a pesar de que por un momento Reyes creyó que su decimo terminaba en trece, pero ni eso, ¡comenzaba por trece!

Con el barbero y la dependienta ya habíamos filosofado sobre lo que verdaderamente es apreciable y cómo no lo percibimos habitualmente.
Por ello cada vez que entraba uno de mis hijos les gritaba- aquí viene otro de mis "gordos"- y se quedaban un poco extrañados. Sí, sí, tengo cinco gordos de Navidad- exclamaba. Ellos se reían y se decían unos a otros que aquel todo lo más sería la pedrea o esa otra el reintegro.

Manolito nos dice que el Claustro de profesores le ha felicitado. Nos extrañamos todos. A Ignacio si le felicitan, pero saca una notas muy buenas,  sin embargo el petardo de Manolito... Sí, concluye- me han dicho que por mi cambio de actitud. Vaya, qué alegría me llevo, parece que las reconvenciones de su madre y mías hacen su efecto.

Por la tarde he ido a correr, (ahora se dice running) sólo veinte minutos, por poco no me parto en dos. Me dolía todo. La flexibilidad la deje olvidada no sé donde. Me sentía como un tanque oxidado de la Primera Guerra Mundial.

Otra alegría, me llama  A y nos felicitamos las Pacuas.

Por la noche sale la Virgen del Rocío del Salvador, como cada 22 de diciembre. La Plaza llena. Las calles con coros y rondas de campanilleros esperándola. El ambiente festivo y alegre. Un bullicio feliz.

Después nos hemos ido al cine. En la barra de "La Azotea" de la calle Zaragoza hemos tomado unas tapas. Una de merluza en salsa de gambas, riquísima.
La película me ha encantado. Es lenta  pero a mi no se me ha hecho larga. "Paterson", sobre un conductor de autobuses que escribe poesía. No pasan grandes cosas, retazos de la vida como vistas por el parabrisas del autobús. La relación de una pareja que se quiere. Los deseos más íntimos de una y otro, las pequeñas ilusiones de cada día. Aprender a tocar la guitarra, decorar unas cortinas o hacer un buen poema. Con delectación nos presenta el pasar de los días de una semana. Merece la pena.

Y arrebujaditos en los abrigos hemos regresado a casa echando vaho en la noche.

Sólo nos quedaba colocar las chucherías junto a la almohada de Pilar. Antes de ayer se le cayó el diente mientras cenábamos fuera. Al ratón  se le olvidó recogerlo. Ayer se le olvido a ella ponerlo. Hoy han colocado su hermano y ella una tacita para el agua y una escalera de peldaños de Lego para que pueda subir.
El ratón ha cumplido su cometido.
Tras un largo día de vacaciones se acuesta, feliz, ya en vísperas de Navidad.






martes, 13 de diciembre de 2016

Una bandera en la popa



Por casualidad estaba puesta La1 y yo dormitaba sobre el sofá tras un largo día, recién acabado de repasar inglés con Pilar "We must do the homework every day" decía el libro.
En la duermevela abría los ojos. ¡Vaya una película española sobre un viaje de ultramar!. Por supuesto no me interesó lo más mínimo. ¿Cuándo saldría la consabida y vulgar escena de sexo o el cura infame o los bárbaros españoles golpeando a los indígenas? y se me cerraban los ojos, derrotado.
De fondo escuchaba algo sobre vacunas y viruela y los abrí perezosamente. Entonces vi una fragata con una gran bandera española, tremolando al viento, enorme, en la popa, roja y gualda, en una toma a vista de pájaro, sobre el azul del mar. 
Una bandera española, en una película española y ondeada sin complejos, es más, unida a imágenes bellas y positivas. Algo falla.
Y verdaderamente algo falla cuando un español normal se extraña de que en una serie realizada en su propio país la bandera aparezca y no sea para humillarla o denigrarla.
Ya me picó la curiosidad y continué viendo el final. Se trataba de la odisea del médico Balmis, y la única mujer de la expedición, Isabel Cendal, que llevó la vacuna de la viruela a principios del XIX a América y Filipinas, salvando millones de vidas. 
Los personajes eran buenos, con fines nobles, hasta el Virrey, que era un poco tonto, no era un gran malvado y para colmo, hasta salía un cardenal bondadoso y un cura, que aunque antipático no era un canalla.
La película transmitía valores y ensalza la labor española impulsada por la Corona.

Es algo ya sabido y lamentable, que nuestro país no haya sido capaz de recrear la épica de nuestras inmensas aventuras que tanto bien han hecho a la humanidad. Por el contrario nos hemos hecho cómplices de la leyenda negra. 
De películas de la Guerra Civil estamos hasta las narices.
¿Para cuándo la de personajes admirables de la epopeya americana?¿Para cuándo un Blas de Lezo, un Hernán Cortes, un Díaz del Castillo, un Sebastián Elcano, un Vasco Núñez de Balboa o cualquiera de los miles de personajes que cruzaron los mares y realizaron gestas increíbles, inauditas, fascinantes y valerosas.
Para cuando la lucha contra los moros y esa Reconquista esplendida llena de fe y audacia, con personajes que parecen salidas de un libro de aventuras fantásticas.

La Conquista del Oeste Americano nos ha llenado de peliculones esplendidos donde se canta las proezas de los pioneros. ¡Oh, gran J. Ford cuanto te debemos! Las gestas de nuestra patria dejarían en pañales a aquella y sin embargo, resulta que cuando veo una película que trata de ello me extraño y me asombro.  
Qué nos pasa, que solo queremos lo repugnante, lo sórdido, lo maligno y lo villano.
Ayer me di cuenta de que estoy hasta... de un arte, y el séptimo arte no se queda a la saga, lleno de vulgaridad, feísmo y perversidad, donde lo malo nos lo presentan como bueno y viceversa, donde nos quieren vender lo inmoral como decente, lo repelente como verdad y donde se relega la belleza como accesoria e inútil.

Qué hartura. Con lo necesitado que estamos de buenos ejemplos. No se equivocaban, no, nuestros abuelos con la hagiografía tan denostada. Prefiero que mis hijos tengan como ejemplo a Dominguito el Sabio que a una fulana iconoclasta.


Y todo porque ayer en la tele vi una bandera de España tremolar orgullosamente. 

viernes, 9 de diciembre de 2016

¡BRAVA!



Las cuatro voces principales fueron espléndidas ayer en la Ana Bolena del Maestranza. La mezzo georgiana Ketevan Kemoklidze con un registro amplio y matizado (inolvidable el duo Dio che mi vedi in core) e Ismael Jordi; qué timbre, qué afinación. Tiene una voz aflautada, delgada, recuerda al inefable Kraus, que se adapta a la perfección a la coloratura donizettiana.

Pero excelsa estuvo la norteamericana Ángela Meade.

Cuando quedó sola en el escenario y comenzó a cantar el aria en que, enajenada, suplica volver a su dulce pasado cerré los ojos y empecé a volar. Y no exagero. Sentí como se me erizaba la piel. La dulzura, la delicadeza, la pureza, la sensibilidad, la transparencia, la sutileza de la voz de la Meade, nos elevó, nos dis-locó, porque ya no estábamos en una butaca del teatro sino en el

 dolce castel nati,
en el  
queto rio 
che i nostri mormora sospiri ancor. 
 
La nota final quedo flotando en el aire, vibrando en el silencio, como la cuerda destensada que expulsa la última flecha.
No me pude contener y mi ¡brava! resonó también en el teatro verdaderamente agradecido ante tanta hermosura regalada. Mi mujer me pegaba codazos, pues ama la discreción, y no es que a mí me guste llamar la atención, pero cómo no agradecer momentos tan sublimes. Allí, tan cerca del escenario, con la cantante quieta, trasformada, en éxtasis.

Lo estaba esperando, lo merecía absolutamente:


¡Brava, Brava! 

viernes, 2 de diciembre de 2016

Una de conciliación


Llegamos a la inauguración un poco tarde. El mundo del arte se daba cita para contemplar  la "Abstracción andaluza 1957 al 1982".
Saludos a un lado y a otro. Sonrisas. Besos. 
Unas chicas monísimas vestidas de negro nos invitan a una copa de manzanilla deliciosa.
Entre Salinas, Barbadillos, Equipos 57, hábilmente colgados en las paredes charlábamos, diría que frívolamente, si no fuera porque el Arte con mayúsculas es cosa muy seria.

Pero cuánto nos costó llegar.

Nadie diría al ver a Reyes con sus taconazos, que acababa de limpiarse las manos en el delantal  tras empanar las albóndigas y, literalmente, soltarse el pelo que tenía recogido con una pinza,  o que yo acababa de recoger en la bici y bajo la lluvia a Santiaguito de un cumpleaños.
Cuando la última albóndiga salió de la freidora salimos nosotros también apresuradamente, yo intentando que no se notase mucho mi contrariedad por la demora.
Volvimos más relajados.
Aún hube de "colaborar" con Manolito en un poema sobre "Europa" y repasar con Pilar las capas de la atmósfera.
Cuando nos íbamos a la cama me informa Reyes de que "la chica" no puede venir mañana porque está enferma.
Suspira cansada ¡Menos mal que tengo hechas las albóndigas!


¡Glup!

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Las Salesas me regalan una granada.

Desangrada en rubíes.
Pomo de convento.
El hortus conclusus se desvela en mi boca.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Mi amigo güelfo

Siento que participé ayer en un acto  memorable. La presentación de "Memorias de un Güelfo desterrado" de Armando Pego Puigbó.
Jaime Galbarro, de la editorial, condujo el acto con maestría.
Lutgardo García Díaz había elaborado una pieza exquisita, una acertada filigrana. Es, además de un gran poeta, un gran orador y prende al auditorio desde las primeras frases, mientras va hilvanando un discurso  bien trabado, ingenioso, lúcido y ameno. Exactísimo. Redondo. Cuando concluye, tenemos la fresca sensación de haber escuchado una hermosa sonata de Mozart hábilmente ejecutada.
Con estos mimbres, me allanó el paso, de tal manera que hubiese sido un necio si no hubiese aprovechado a un público ya rendido. No tuve más que enmarcar los textos que había seleccionado para que los asistentes pudieran atisbar la profundidad de la obra.
Hay momentos mágicos, únicos. Cuando se fueron desgranando las palabras del autor, tan profundas, tan verdaderas, tan conmovedoras; cuando pasando del texto se iban pronunciando y resonaron en la pequeña sala, se produjo un efecto casi sacramental. Como un hálito indefinible nos unió a todos. Al concluir el pasaje de la muerte de su padre con  las palabras de Tobít  ¡Te veo, hijo, luz de mis  ojos! o el de la exhumación ante los restos de la sepultura de los hermanos con la frase paterna "Chato, no queda nada de él", el silencio era tan intenso, que todos  sentimos, que estábamos ante algo inefable. Tanta verdad abrumaba.

Yo disfruté muchísimo. Agradezco infinito al autor la oportunidad que me dio de ser su portavoz.

Armando, concluyó con un texto luminoso donde, con la inteligencia y erudición que le caracteriza,  nos adentró en el significado personal de su obra.

Lo recordaré siempre. En esa pequeña sala, en una  noche íntima de noviembre en Sevilla, sin estridencias,
casi sottovoce,  tuvo lugar un hecho grande, importante y solemne.
Yo estuve allí. 

jueves, 24 de noviembre de 2016

lunes, 21 de noviembre de 2016

Cada cual que haga su lista



Aunque a mí me parece el escrito perfecto, no tengo más remedio que indicarle a Pilar las faltas de ortografía, que son, precisamente, lo que a mi me hace verlo tan perfecto, por su ingenuidad y por todo lo que le queda por aprender. Llegará el día en que escriba sin errores, pero ya no será la carta de los Reyes Magos.

martes, 15 de noviembre de 2016

PASA JESÚS NAZARENO


A su regreso, parado  ante el magnifico retablo cerámico del Cristo del Amor

Han salido 220.000 personas a la calle a ver el Gran Poder en su salida extraordinaria. Eso son como 4 o 5 veces los habitantes de una ciudad de provincias .
Ha pasado por la puerta de mi casa a la ida y a la vuelta de la Catedral, se ha parado ante ella y ha seguido su camino.
Un silencio hondo y antiguo acompaño al Señor.
La gran plaza enmudeció cuando aparecieron los ciriales. Como un manto el silencio se extendía y el Señor pasaba entre una multitud ingente que, sobrecogida, era como si no existiese. Un ciego, con su hipersensibilidad, sólo hubiese notado el raro sonido de miles de respiraciones acompasadas y cientos de alientos contenidos, y quizás, el leve click de los móviles, de miles de aparatos capturando el instante, tributo que ha de pagarse a la modernidad.
Sólo una vez que concluyó la procesión, cuando uno se repone de la impresión se percata  de ese fenómeno.
220.000 personas de todas las clases sociales, de todas las edades, comportándose con un decoro y un saber estar que creíamos perdido.
Me reconcilia con mi ciudad y con la Semana Santa que es capaz de estos prodigios.
Alejado de la ordinariez imperante, de lo pretencioso, de la farfolla ruidosa, de la ostentación chabacana, de la trompetería infame que parece que se apodera de ella y que tantas veces nos hace mover la cabeza con el desesperado ¡ no es eso, no es eso!.  Sólo por una experiencia como esta se redime todo lo demás, como un solo justo redime una ciudad.

El ciego de Jericó, no hubiese necesitado preguntar, un silencio inmenso le contesta rotundo: es Cristo que pasa.
A la ida a la catedral. El silencio es clamoroso

martes, 8 de noviembre de 2016

XXV Años de Derecho: regreso al pasado.



Me incorporan a un grupo de wasap a primeros de septiembre, porque se está organizando un almuerzo para celebrar los veinticinco años de haber salido de la carrera.
Ni me acordaba que había pasado tanto tiempo. En principio no me hacía una especial ilusión porque a mis amigos, que siguen siendo mis mejores amigos, los sigo viendo y a los que no, para qué.
Craso error. Nunca imaginé que me lo iba a pasar tan bien, precisamente porque había muchos que no veía desde entonces y fue una verdadera experiencia el reencuentro.

Me pareció que ya que se hacía la celebración se complementase con algo más solemne, por ello propuse un acto en el Paraninfo, con la presencia de algunos profesores y una misa de acción de gracias en la capilla universitaria (a pesar de las protestas ¡increíble! de dos personas, que incluso se salieron del grupo por esto último).
Pues fue un exitazo. En el Paraninfo, tan solemne, rodeado de cuadros barrocos y retratos de reyes y reinas, pasamos un rato estupendo. Antonio Alfonso, amigo, compañero de clase, actual profesor de Administrativo e hijo de uno de nuestros más queridos profesores de entonces, disertó sobre pasado y presente en la Universidad. A pesar de que trató de ser serio y formal no dejó de transmitir la simpatía que siempre le ha caracterizado. El profesor Domínguez Plata, que nos dio prácticas de Civil, y al que realmente asalté hace un mes requiriendo su colaboración, lo bordó. Estuvo cercano y verdaderamente amable representando a la Universidad. El que suscribe lanzó un speech sobre illo tempore, hilvanando recuerdos y anécdotas, y disfruté enormemente haciéndolo. Mi amigo Salva Jiménez, hoy Abogado del Estado, lo grabó todo con el móvil y lo que me ha gustado más al escucharlo han sido sus risas de fondo, que hace el efecto de las que enchufan enlatadas en las series de humor.

Ante la impresionante talla de Juan de Mesa, ese Cristo de la Buena Muerte, al que tantos estudiantes han rezado durante generaciones, la misa fue sencillamente inolvidable. D. Álvaro Pereira además de sacerdote es joven, inteligente y alegre, conjunción perfecta ahora, imagínense cuando deje ser joven…

No sé bien cómo explicar las sensaciones de este reencuentro, que fue emotivo para todos los que fuimos. Hasta para los más reacios a las sentimentalidades. Y es que se crea un climax en el que pronto quedas imbuido. Comienzas a distinguir caras que estaban en una nebulosa y que poco a poco se van clarificando, hasta que de pronto tienes como una iluminación.  Ah, es verdad - dices de repente-  si este es fulanito, si aquella es la que me dejaba los apuntes, si este otro era… y así constantemente.
Como los que van lo hacen porque tienen unos recuerdos más o menos gratos de entonces, el que no, se queda en casa, hay como un hilo o vínculo que une a todos. Un sustrato de la felicidad de los veinte años, un rescoldo de nostalgia que se enciende y crea como una hoguera de recuerdos alegres, de experiencias compartidas que resucitan y que creías olvidadas. Por unas horas has vuelto al pasado. Esto como no suele ocurrir, crea un estado de conmoción, una especie de divertida euforia que duró, como la Cenicienta hasta que dieron las campanadas de la medianoche.

A pesar de la calvicie y la presbicia, todos estábamos bastante reconocibles, las niñas más y echamos una jornada memorable. Ya en los cincuenta no sé qué sucederá.

lunes, 7 de noviembre de 2016

NI TRUCO, NI TRATO

Estados Unidos tiene muchas virtudes, y mucho qué agradecerle, desde la Coca Cola, a sus pedazos de películas, o habernos salvado dos veces en las Guerras Mundiales, o ser el baluarte del capitalismo frente a los horribles y sanguinarios totalitarismos comunistas…
No seré yo quien no se lo agradezca, pero también son unos horteras de tomo y lomo y esta Europa nuestra, cada vez más plebeya y ordinaria, no deja de escapar la oportunidad de asumir todas esas “tradiciones” ajenas.
Lo que es asumible e incluso admirable localmente, se convierte en un espanto cuando se traslada fuera de las fronteras.
Dentro de poco nos vemos comiendo pavo el tercer jueves de noviembre (o el que sea) y no es que me parezca mal el Thanksgiving day, es que me parecería estúpido celebrarlo en Madrigal de las altas Torres o en Garrobillas de Alcornétar, es un poner.
Cada uno que se divierta como le venga en gana, faltaría más, pero me reservo mi opinión sobre ello, faltaría más también.

Y lo digo, odio halloween, odio los fantasmas, las brujitas, los trucos y los tratos, es una horrenda horterada, un esperpento y una catetada, y el que quiera que se disfrace de monstruo sangriento o de zombi asqueroso, pero en mi casa está absolutamente prohibido la mínima mención a este aquelarre, no digamos introducir ni media calabaza.

sábado, 29 de octubre de 2016

Desvelando la tarde


No sé en otras partes, pero aquí en Sevilla siempre se les ha llamado a los toldos de  patios y azoteas “velas”, porque se hacían de las viejas telas de los navíos que atracaban en el Guadalquivir. Es bonito eso de que tras surcar los océanos varias veces, Cuba, Vera Cruz, Manila… descansaran cubriendo los cielos de la Ciudad.

Yo acabo de descorrer la vela de mi azotea. Y he me sentido en cierta manera como un grumete, izando velas y abriendo la tarde.

Cuando se ha desnudado la azotea, el sol de este final de octubre, aun sorprendentemente cálido, con sus últimos rayos oblicuos, como espadas, ha hendido los jazmines y ha reverberado sobre los azulejos, haciéndome guiñar los ojos antes de esconderse tras los tejados prendiendo las nubes.

lunes, 24 de octubre de 2016

El jarrón de la abuela.

Sube corriendo las escaleras y agarra a su hermano pequeño para conseguir llegar el primero. Viendo que se van a matar les reconvengo desde la portería. De nada sirve.
Llegan a casa de su abuela gritando. Pilar le comienza a contar a su tía que Santi ha ganado una carrera. El grito de Santi, que quiere ser el protagonista de la anécdota, es ensordecedor. Le riño diciendo que no se puede gritar así. Mientras, Pilar aprovecha y corre hacia la abuela contando la noticia que pertenece a su hermano, solo para fastidiar.

Por ello la castigo y de un brazo la llevo a la "Leonera" habitación de servicio de mi casa (de mis padres) donde a mi y a mis hermanos nos han encerrado mil veces. Ahora es mi hija menor la que prueba el pestillo, que cierro desde fuera.
Nosotros pegábamos patadas a la puerta hasta que nos cansábamos, Pilar se resigna y se echa a llorar.
Cuando le abro sale compungida, se tropieza y escuchamos el ruido de algo que se rompe. Un pequeño jarrón. Lo que le faltaba.

Manolo no para. ¡Niño, no muevas el cristal de la mesa! le dice mi madre, pero sigue, hasta que le tengo que gritar que ya basta. Siempre está al límite. ¡Viva el Betis! vocea él sin ton ni son, cuando le viene en gana.
Ahora se monta en una bici: ¡niño, bájate de la bici! dice mi madre, pero no obedece hasta la enésima vez...
Nos estamos yendo. Estoy llamando al ascensor y escucho como mi madre les conmina a dejar de cafrear en el salón.  Entro corriendo en casa para atajarlos, pero no me da ni tiempo, un crash me hace temer lo peor. Efectivamente, Manolito jugando a los toros con Santi, al hacer un pase por alto con el capote, su chubasquero, ha tirado el jarrón de porcelana de Bohemia que tanto gustaba a mi madre. Mi padre lo trajo de Alemania, de un congreso o algo así, hace cuarenta años, y hasta ahora había resistido a todos mis hermanos y a un montón de nietos, pero no ha podido con Manolo el destructor.
Pierdo los nervios. Manolo huye y yo le pego pescozones mientras se cubre con los brazos. No se puede contigo, es que no obedeces, te lo estábamos diciendo...le voy amonestando mientras le golpeo. El está aterrado, mi madre casi llorando del disgusto. Lo encierro en la Leonera y lo dejo sin ir a casa de mi hermana cuyo cumpleaños íbamos a celebrar.
Ya en mi casa lo castigamos sin entrenamiento y sin tele y sin móvil (él no tiene, pero le dejo el mío para que vea su Istagram de vez en cuando) toda la semana.

Ahora hay que mantener el castigo, lo cual es un rollazo. Manolo con sus pecas, su nariz respingona y su desparpajo, es un irreflexivo, un caradura y un desobediente, (al que, a pesar de todo, dan ganas de comérselo) pero tiene que aprender. No hay más remedio.

viernes, 14 de octubre de 2016

Nada hay escondido


Escribo con la tranquilidad de pensar que esto lo leen cuatro seguidores fieles y, sin embargo, a veces me sorprende como vuelan algunas entradas o cuando alguien,  totalmente insospechado, me dice que "me lee", lo cual me llena de una íntima satisfacción.

Estaba en misa y por una relación de ideas pensaba en que, finalmente, no había escrito sobre un tema determinado, por si alguien pudiera sentir vulnerada su intimidad y justo en ese mismo instante, pero en el mismísimo momento, escucho que el sacerdote lee:

Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse. Por eso, lo que digáis de noche se repetirá a pleno día, y lo que digáis al oído en el sótano se pregonará desde la azotea.



miércoles, 5 de octubre de 2016

DESLUMBRAMIENTO

Un auténtico optimista no se asombra nunca. Se deslumbra.

Es lo que me ocurrió cuando leí de un tirón  "Palomas y Serpientes" del siempre brillante Enrique García-Máiquez.
Es un libro de aforismos que se lee con la sonrisa en los ojos y con regocijo en el alma pues la realidad se ríe (si la miras) y EGM no sólo la mira sino que, como los "felices italianos guarda lo que mira" y ese tesoro escondido no lo desentierra, sino que deja que florezca en este libro, breve, pequeño como los arboles frutales que por eso dan tanto.

Es una pena leerlo de un tirón, porque tiene demasiada enjundia para ello, pero no se puede evitar. Por eso me prometí releerlo pausadamente, que es lo que hago ahora, y si como dice, la tristeza atonta, este libro, sin duda, te hace más intelijente porque, con su buena dosis de ingenuidad, nos da el nombre exacto de las cosas,  desenmohece porque elimina el malhumor y  emborracha, propiamente nos pone alegre.


Recomiendo su lectura, es un regalo leerlo, y aseguro que tras la misma, saldrás, no hay otra manera, diferente.

lunes, 3 de octubre de 2016

Qué descansada vida

Es Pie de Gallo uno de esos sitios deliciosos, donde cuando llegas, están sus propietarios esperando con una cerveza fresquísima que no dejan jamás que se enfríe en el vaso.
Es una de esas haciendas, que con las autovías, han quedado aun más cercanas a la ciudad, de modo que en ocho minutos pasa uno del tráfago urbano al campo sosegado.
No es que antes estuviese lejos, pero era un viajecito con esas carreteras donde te tocaba un camión cargado y era un suplicio lento de humo negro.

Llevé a ocho niños en el coche, a una barbacoa el sábado. Ocho quinceañeros hambrientos después de entrenar en el río.

El sol reverbera en los blancos muros. La cal nueva de siempre alegra el alma, porque a pesar de las lluvias invernizas, los desconchones y las manchas de humedad, las capas de tierra caliza restauran la prístina pureza alba del origen.
Como recién bautizados, como recién confesados.




Y en esa autenticidad de la cal y el albero y los chinos lavados y la piedra de molino y la vieja torre de la viga de aceite, este azulejo azul.


Esos retablitos que hallamos en las fachadas de cortijos perdidos entre las lomas, de casas regionalistas construidas para la Exposición del 29, de corrales de macetas de yerbabuena y piojos.
Emociona el semblante limpio del Cristo, que nos estaba esperando en la memoria de los azulejos a los que sólo lo habíamos visto así en las fachadas de las casas viejas. Tras la restauración de hace pocos años, Sevilla se reconcilia con su pasado. La cara ennegrecida del Nazareno recuperó su pátina original y no extrañó al pueblo devoto, porque se nos abrieron los ojos a la imagen conservada en las fotos en sepia, en las capillas cerámicas, en los alicatados añil de los patios y las almazaras.


Es Pie de Gallo un remanso de sol entre surcos desbrozados y labrantíos de cereal y acebuche, y permanece, como desea su propietaria, tal como lo heredó de su padre y ella quiere entregar a sus hijos un día: cándido e inmutable.


jueves, 22 de septiembre de 2016

El que nace para ser ahorcado......

Que en un pueblecito perdido de la sierra encontremos una joya nos sorprende. Que permanezca este magnífico retablo en el mismo lugar desde el siglo XV, sin que se lo llevaran los millonarios americanos a sus museos, ni lo quemaran los rojos, ni lo malvendiesen los párrocos postconciliares es para congratularse.
Además perfectamente restaurado. Desde los bancos de atrás, en misa, mientras el sacerdote rural, cantaba desaforada y desafinadamente, y todos mis hijos reían (la homilía sin embargo fue breve, sencilla y sensata) yo me dejaba las pestañas tratando de averiguar si tanto esplendor era cierto o una copia.
Al final nos acercamos a admirarlo, era genuino y verdadero, con detalles deliciosos en su ingenuidad, como este Judas que para que a nadie le quede dudas de su carácter artero, roba una rosca que esconde detrás.

...nunca morirá ahogado



lunes, 12 de septiembre de 2016

Mea culpa o la lección de las lentejas

Vista a la izquierda

Vista a la derecha
Sin premeditación llegan momentos espléndidos.
La cena ha terminado. Los niños preparan sus cuadernos y materiales nuevos para empezar el cole.
He subido a la azotea, me he sentado en mi esquina favorita, ya que veo el Salvador a mi izquierda y la Catedral a la derecha. Me dispongo a concluir la Odisea. Ulises acaba de cargarse a los pretendientes en un baño de sangre que ni Tarantino. En el spotify he abierto una carpeta olvidada de favoritos que me sorprende y deleita constantemente, suenan Couperin, Handel… en este momento I´ll be seen you canta Billie Holiday. El rosal y la buganvilla están pletóricos gracias a unos gránulos de abono que me han recomendado y la noche está silenciosa.
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He tenido que terminar está entrada esta mañana, ya que mi percepción había sido errónea. Cuando estaba en pleno éxtasis, subió mi mujer recriminándome mi "pacifismo" y lo improcedente de aplicar “el principio de no intervención” mientras ella daba de cenar a los niños, los acostaba y ponía las lentejas para el día siguiente.
Uno que estaba tan confiado en que todo iba rodado en la planta baja. ¡Qué iluso! Aunque la interrupción me sentó como un tiro, debo reconocer que, aunque sin ser plenamente consciente (ella entiende que hubo dolo) era culpable.

La lección es clara: no se puede, ni se debe,  disfrutar de la noche, la brisa y las rosas, si antes no se ha terminado con las lentejas.

viernes, 2 de septiembre de 2016

SAL Y SOL

Todas las puestas de soles son maravillosas, porque tiñen de rosa hasta lo más gris, pero las de Sanlúcar son imponentes.
En el horizonte, como un doblón de oro recién acuñado, se hunde el astro. Es inevitable la comparación, porque en esa lejanía ha naufragado más de un galeón con su carga de caudales de ultramar y más de una familia a visto su riqueza tragada lentamente por las aguas, desde las torres de las casonas, sumiéndoles desesperadamente en la ruina, (otro día contaré la historia de los Arizón).

Y antes, me pregunto, con qué lo compararíamos, porque el sol viene ocultándose en el mar indiferente a la gesta Americana.
Pues antiguamente simularía una gota de aceite de la minerva romana que, rotunda, cae en un plato de garum, y antes incluso, un pectoral cincelado


de los Tartesos, del oro del tesoro escondido en las marismas del Coto, cuando todo era un inmenso lago de limo y plata.
Y cuando no había un hombre aun sobre la tierra. Pues entonces no había metáforas, que pena.
Aún así algún pájaro lo confundiría con un guijarro pulido y luciente, reverberante en el fondo de la albariza.
y antes...
Bueno, antes la tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo.


Ayer mi padre cumpliría 76 años. Solíamos escuchar las inefables canciones de Strauss cuando contemplábamos la puesta de sol desde esa perspectiva.

jueves, 1 de septiembre de 2016

CAFE SOCIETY EN EL CERVANTES



Si puedo voy al Cervantes, porque así contribuyo a mantener el teatro más antiguo que queda en Sevilla, tras la demolición imperdonable del San Fernando en 1973.

Es una delicia entrar en esa sala de cine magnífica, donde, desde hace más de 150 años hay representaciones y por la que ha pasado la historia del cine.

Curiosamente, Cafe Society refleja ese mundo glamuroso de Hollywood, cuyas obras se han estrenado coetaneamente en la sala en la me hallaba. Palcos, galerías, gran lámpara...


Es el sitio perfecto para ver al siempre estupendo e ingenioso Woody Allen, que a mi no me defrauda casi nunca, y ayer no lo hizo.

Actores simpáticos, actrices bellas, diálogos divertidos, música amena, ambientación perfecta, vestuario sofisticado...

Su nihilismo, tan frivolón y acorde con los tiempos, no es tan ácido en esta película, y por ello no pierde un ápice de encanto.

Deseando estábamos de que se encendiese la pantalla para evadirnos de los dos contratiempos domésticos que se plantearon mientras Reyes y yo caminábamos hacia la sala. Ignacio quería ir a Isla Mágica y debía quedarse con sus hermanos, Reyitas debía venir un día antes de Conil para su examen del Conservatorio, que era antes de lo previsto.

Al fin se apagaron las luces y con ellas se disolvieron los problemas.

Se pasa un rato chispeante, refrescante, como la lata de Coca Cola que nos tomamos.

De regreso a casa a media noche ya estaba todo felizmente resuelto.

viernes, 26 de agosto de 2016

De luna de miel, padre guay y un huevo frito con patatas.

Con dos, estamos de luna de miel le digo a Reyes cada día. Los tres mayores en la playa. Qué diferencia, los desayunos y comidas se recogen en un pis pas, no se oyen peleas y la casa es una balsa de aceite. Una balsa en la que además hay espacio para todo. Nosotros en la azotea, los enanos abajo, la luna de verano, uumm...

Ayer me los llevé a la piscina. Lectura, sol y natación hasta que me requirieron para sus juegos. No sé que me pasó, será la miel de la luna, que me salí de los habituales. La barca de turbulencias, el carrusel o la barcarola. A pesar de sus nombres son bastante cafres y procuro hacerlos sin que me riña el socorrista. Estos últimos tienen su soniquete, por ejemplo, el carrusel, el carrusel, quien no se agarra no se queda en él, y trato de expulsarlos violentamente de mis brazos, mientras giro. El robot o Dr Hyde, sólo puedo hacerlo en la playa, donde la gente no me reconozca. Es como un muñeco diabólico que es bueno o terriblemente malo según se le pulse la nariz. Los niños se lo pasan pipa y sienten una mezcla de fascinación y terror.

Como estaba solo con ellos me sentí tentado de inventar algo distinto para distraerlos. El Tiburón, les dije, y los perseguía en el agua para darles grandes dentelladas (pellizcos) en los muslos. Me fui animando y ya pasé a perseguirlos fuera de la piscina, y ese fue mi error. Ya traía una lesión de hace unos días, cuando jugando al baloncesto con mis hermanos en Sanlúcar, rebotes, saltos, ímpetu de veinteañero... olvidé que voy para los cincuenta, y al tirarme de cabeza a por Santi, me dio un tirón  (una rotura fibrilar del gemelo izquierdo) que ví-veo las estrellas.
Eso pasa por ser un padre guay. Lo tengo merecido. Los padres donde deben estar es en la hamaca, leyendo y con gesto de reconvención permanente, porque permanentemente hay que estar reconviniendo. El bobo que se excede, como yo, ahí tiene las consecuencias.

Cojeando cenaron en el Burguer King. Con dos todo es más fácil. Así no hay que hacer cena. Reyes y yo, con ellos ya ahítos y manchados de helado, nos fuimos a una abacería cerca de casa. Curiosamente antes era una estupenda tienda de antigüedades, de mal recuerdo para mí. Mientras tomaba mi botellín fresquito, sentado junto a la cristalera, me acordé que ese era el escaparate donde descubrí una "Inmaculada" del XVII, que mi abuela había prometido que sería para mí, y por azares familiares, acabó allí, casualidades de la vida, al lado de mi casa, vendida al mejor postor.
Pedí una bolsa de patatas y me pregunta la chica, muy mona ella, la verdad, que si quería sal de huevo.
Pásmense (si no la conocen), era una sal del Himalaya- me explicó- y talmente como si uno estuviera mojando las papas en el huevo frito.

Tras el segundo botellín, Pilar había partido una servilleta en miles de pedazos esparcidos por el suelo, que mandé recoger.

Reyes, paga, que voy saliendo con estos dos potros. Ella llevaba la tarjeta, yo ni un duro.


Adiós, le dije entre la bulla a la gentil camarera, muy buenos los huevos con patatas. Se quedó un instante sorprendida de que me fuese sin abonar la comanda, aunque la saqué pronto de su error, dándome el gustazo de decir desde la puerta ¡que hoy paga mi mujer!

sábado, 13 de agosto de 2016

Cuestión de matices

Se quejan todos, especialmente Manolito, de que no les dejan nadar en la piscina unas "viejas gordas"... Comprendo perfectamente que se refieren a esas señoras impertinentes que siempre ha habido y eternamente habrá, que no quieren que les salpiquen ni les molesten los niños, estropeándoles la peluquería. No obstante, nos escandalizamos y exigimos respeto a "las personas mayores" y le afeamos esa manera de hablar.
Sin embargo ellos no transigen con la injusticia y declaran que llegaron antes y ocuparon sus calles para nadar mucho antes que esas "ancianas obesas".

miércoles, 10 de agosto de 2016

Rua das janelas verdes


Íbamos a Pontevedra y paramos en Lisboa. En la Rua das Janelas Verdes, un hotelito discreto y precioso. Se trata de un  antiguo hospedaje, fundado allá por la segunda mitad del XIX por una pareja de damas inglesas que se instalaron en un antiguo convento carmelita desacralizado por el marqués de Pombal, junto a la residencia de un pastor protestante, que vino a convertir a los lisboetas. Da para una novela.

Pasillos larguísimos con suelos de madera gruesa y pulida. Muebles y aparadores de roble. Una salita inglesa desde donde se vislumbra un retazo del mar entre las fachadas de azulejos de las casas de enfrente.

Mucho silencio. Una terraza con flores y plantas y el suelo de piedra. La casa tiene algo de laberinto y parece hecha de piezas inconexas.

La rua es tranquila y en la puerta del hotel, para descargar las maletas, el mozo nos dice que paremos allí sin problema, en medio de la rua, por la cara, ocupando el carril. Los portugueses no se enfadan y esquivan mi coche cuando el otro carril queda libre. Nadie pita, nadie se extraña, nadie me grita. Me fui y aparqué en una zona azul, donde el parquímetro estaba estropeado y me dijeron que no tenía que pagar.  Al partir del hotel al día siguiente ya cargué sin ningún pudor y ninguna prisa. En medio de la calle. Los portugueses ni me veían y pasaban por el otro lado, comprensivos y amables. En España, tan legalistas nosotros, nos hubiésemos desgañitado mentando a la madre del que osase interrumpir la calzada y habría tenido que transportar maletas y equipaje desde el fin del mundo antes que interrumpir la sacrosanta circulación.

Cuando salía para Oporto pregunte a un guardia local. Estaba a 50 metros de la dirección correcta, pero tenía que pasar por un carril reservado a transporte público. Me dijo que pasase que si no me iba a perder dando vueltas, estando tan cerca… Igualito que en España, donde me hubiesen mandado a la chimbamba, con niños y maletas incluidos, antes que infringir la norma, cuya misión es no colapsar el carril de autobús, cosa que yo no iba a hacer,  pero no importaría, la norma es la norma me hubiese indicado algún policía ufano y cerril. La tiranía de la sensatez…

Prefiero Portugal, su campechanía y el insensato desenfado de la calle de las ventanas verdes.


martes, 26 de julio de 2016

Debemos seguir gritando...y llorando

Ayer escucho las noticias de la 2. Primer nacimiento con microcefalia por el virus del Zika en España:
 De las embarazadas afectadas, varias han alumbrado felizmente, dos han abortado y sólo una ha visto al bebe afectado. Y continúan como si tal cosa.
Yo pego un respingo. Soy consciente de que abortar en España es libre y que mueren miles de bebes al año (con la complicidad de TODOS los Partidos Políticos) pero oírlo así, de pasada, banalizándolo, como si nada, me espanta. Es como si dijeran, las cámaras de gas siguen funcionando adecuadamente, Auschwitz lleva dos días paralizado debido a obras de reparación, pero en breve reanudará su funcionamiento.



jueves, 21 de julio de 2016

Jazmines de clausura

Hoy la iglesia estaba silenciosa, y al entrar, el ambiente se notaba cargado.

Estos días de julio, aun de buena mañana hace calor, no ha bajado la temperatura en toda la noche, no ha refrescado.
La luz del sagrario palpita al fondo y llega, entre el olor a cera apagada y humo decantado en altares y bóvedas, el profundo de los jazmines.
Tímidos de suyo, apenas se ven, pero en el vaso de cristal, junto al tabernáculo, entre las rosas, los ha colocado la hermana tornera en la tarde de ayer.
Tras la noche cálida y lenta, esos jazmines han perdido su frescura y emiten un olor agudo que invade el ambiente.
Ese olor maduro y denso me lleva a otro sitio,  a  las escaleras de la casa de mi abuela, cuando corriendo, llegábamos en tropel mis hermanos y yo las tardes de domingo de estío.

Todo era silencio y sombras, las persianas corridas en la galería. Hasta allí llegaba el perfume, que era a alhucema y brasero, en invierno,  de los jazmines de verano.

Era ese mismo olor a flor marchita de hoy.

En la sala,  junto al teléfono, o en el dormitorio, en la mesilla de noche, siempre había un recipiente donde flotaban algunos jazmines, que mi abuela recogía del suelo en la azotea y que, pasadas las horas,  abiertos, en fragante sacrificio, quedaban exhaustos y amarillentos, en generosa donación.

Los jazmines cambian de olor según las horas del día o si permanecen o no en la rama.

Es en las noches estivales cuando están en su apogeo, como  novias confiadas, titilantes como estrellas.
En un búcaro se vuelven cálidos, untuosos, y algo tristes.
Pero por la mañana son como adolescentes y su perfume es retraído y sutil.

Esos jazmines tempraneros, me huelen a piscina, a patio regado y limpio, tras haberse barrido las hojas y los sueños.

¿Porque los relaciono con Hernán?

 Oh, Hernán, después supe que se llamaba así,  a mis cuatro o cinco años lo llamaba Eznán, compañero de juegos, que perdiste la vida en la piscina, bajo los jazmines. Estos mismos que hoy me traen tu recuerdo. Sé que permaneces joven siempre, ¿con qué edad se estará en el cielo?, que estas ya con tu padre, con tu hermana, tu alegre, bellísima hermana, cuyo recuerdo, misteriosamente, también hoy me ha llegado, al hilo del aroma de los jazmines de clausura.

jueves, 14 de julio de 2016

De franquicias y pecados capitales

Voy a ir con los amigos de "piragua" a un restaurante de pasta donde por 9 euros se puede comer todo lo que se quiera- me dice mi hijo Ignacio, cuando estamos todos sentados a la mesa.

Me imagino a esa pandilla de quinceañeros entrando a saco tras varias horas de entrenamiento y le comento- me parece muy bien, hijo, pero ten en cuenta que la gula es uno de los siete pecados capitales-

¿La qué, la qué? -preguntan los pequeños.

 Aprovecho  y doy una lección de catecismo.
Contra la envidia, caridad, contra la lujuria, castidad, contra la ira, paciencia, contra la gula, templanza... voy recitando.

¿Ah,y sabes como se llama el bar?- me interrumpe.

-¿No, como?-

y ante mi asombro me responde

-¡Pura Gula!-


lunes, 11 de julio de 2016

Victor Barrio, mon ami, mon frere

Muere un torero y con su muerte aflora el pus de una sociedad enferma. Esos comentarios abyectos en las redes,  quizá son minoritarios, pero si surgen es porque hay un sustrato social que lo alienta.
Por eso son síntoma de una grave infección. Da miedo ver como se extiende como una epidemia esa corriente animalista y vegetariana propia de países ricos, decadentes, en medio de su opulencia desmesurada.

A nadie en su sano juicio, en un país necesitado se le puede pasar por la cabeza que una mula no pueda uncirse a una noria o  sacrificarse un ternero.

Nuestros abuelos no albergarían la menor duda a la hora de matar un gorila entre cuyas garras se halla un niño indefenso y respirarían aliviados cuando éste cayese acribillado a balazos. Jamás culparían a los padres de la criatura en peligro (el niño, claro)  ni se lamentarían en lo más mínimo por la muerte del animal.
Eran más humanos.
Nuestra sociedad se está animalizando, esto es, deshumanizando. Estamos perdiendo "civilización" tras siglos de superación frente a la naturaleza salvaje.
Es el hombre el rey de la creación, a cuyo servicio está toda la naturaleza, animales incluidos. La dignidad del hombre es infinita frente a la de cualquier animal. Precisamente por esa dignidad y esa humanidad éste ha de respetar y cuidar la naturaleza en la que se halla, que sólo cobra sentido por la presencia del ser humano en ella.
Los animalistas necios preferirían una naturaleza pura, salvaje, incontaminada, sin la presencia del hombre, al que consideran un mal menor. Sin pensar que la naturaleza es implacable, despiadada, sanguinaria y feroz. Un mundo sin el hombre es un mundo desalmado y absurdo.

Pero es que este virus mental se está infiltrando en la mente de todos y todas de manera sutil pero real. Incluso entre personas nada radicales. Son muchos los que para explicar su antagonismo frente a las corridas de toros arguyen infantilmente -tú te imaginas que a ti te ponen unas banderillas en medio de una multitud ...- y ante ese argumento no se puede replicar porque estamos hablando idiomas distintos. No puedo dialogar con alguien que piensa que un animal siente, padece y sufre como yo, con alguien que cree que Bambi lloró por la muerte de su madre y que las abejas revolotean cantando en un país multicolor.

Mientras tanto miles de seres humanos son abortados ante el aplauso de una sociedad bienpensante moderna y progresista. Mientras tanto los ancianos se confinan en asilos y sus familias se van de vacaciones, mientras tantos se aboga por la eutanasia para los enfermos terminales, mientras tanto... hasta que así nos destruyamos a nosotros mismos, si Dios no lo remedia.

Ha muerto un hombre, Víctor Barrio, mi amigo, mi hermano.

domingo, 3 de julio de 2016

Puesta de sol

Esta la tarde ya caída. Una tarde de domingo caluroso de julio.
En la azotea se ha levantado el aire ahora y las nubes, como tizones, flotan. Del del incandescente al cárdeno en unos minutos. Los vencejos revolotean en grupos y giran sobre el sol que se oculta.
Todo es silencio, todo es vida callada, todo es paz contenida, como la burbuja en el instante justo antes de quebrarse.

miércoles, 29 de junio de 2016

GRANDE BERGANZA

Y aquí me ven, retratado con Teresa Berganza ante la puerta de mi casa.
Tras la entrevista, a la gran mezzo, a la que asistimos en el CICUS, la casualidad quiso que le acompañase a su hotel caminando, explicándole cosas de Sevilla, pero sobre todo, dejando hablar a ella de su historia, cómo no, apasionante.
Una grande que ha convivido con los grandes. Su trato con la Callas, que era diva cuando convenía, me dijo, pero jamás con ella, a la que profesaba inmenso cariño. Su trifulca con Karajan de jovencita y su posterior amistad, lo inmensamente privilegiada que se sentía por haber tenido una vida tan plena. Parece que tengo 200 años, repetía, y a pesar de sus 83, caminaba ágilmente, admirándose de todo. Simpática, sencilla, jovial, confesaba su admiración sin ambages a Victoria de los Ángeles, a Pilar Lorengar, de las que había aprendido infinito.
Un cartel pegado a la pared le llamó la atención: "Carmen", se leía en grandes letras rojas, pero no era la de Bizet, sino una convocatoria de cultos de la hermandad carmelita.

En la entrevista me encantó cuando dijo que de tanto estudiarlos, cantarlos y amarlos, parecía que había conocido a Rossini y a Mozart, y con gran convencimiento afirmó- ya los conoceré,  y les preguntaré si les parecían bien mis interpretaciones-

Estoy seguro que los conocerá, (yo también lo espero) y le responderán, sin duda, todo rodeado de ellos, que cantó como los ángeles.

jueves, 23 de junio de 2016

Goodbye, United Kingdom

Es triste la noticia con la que acabamos de desayunar.
Siempre es penoso que triunfe la desunión, frente a la fraternidad la exclusión. Aunque  esté justificada y aunque fuese incluso conveniente. Por eso de partida, sin entrar a valorar quien tenga o no razón, el hecho de decir que no al resto de los europeos es una mala y triste noticia.

Exigir al pueblo que vote una cuestión de tanta trascendencia y con tantas implicaciones políticas y económicas, sin entender ni conocer la profundidad de las mismas, es un error. Son los políticos, elegidos por el pueblo los que debieran resolver esas cuestiones y no echar balones fuera y exigir a millones de personas que no tienen la más mínima idea, ni la formación técnica suficiente decidir sobre cuestiones que escapan a su competencia, porque al final ese voto se realiza con el corazón y con el sentimiento, tantas veces equivocado.

Los ingleses añoran un imperio desaparecido que no tiene vuelta atrás. A diferencia de España, que ha sido la más grande hace quinientos años, el esplendor del Imperio es de anteayer por la mañana, son muchos los que lo han vivido y la mayoría siente la pérdida como una herida abierta todavía.

Se añora esa Inglaterra rural de vicarías y ferias del condado, donde se da el primer premio al repollo más grande y los niños juegan en el tiovivo que instalan en los predios del Lord más cercano el día de la fiesta, que no sé si existe ya.
Parece, que han triunfado los votos de la clase baja, unidos, leo, a los de la upper class. Ha perdido la sólida clase media, a la que estos siempre han despreciado, porque a diferencia de los estratos más bajos, siempre se ha acercado peligrosamente a ella. No hay nada peor para un inglés aristocrático que un giro o expresión o actitud de clase media, de la que huyen como de la peste.

Esa clase media que hoy son los universitarios de las grandes ciudades, los jóvenes de la city, los becarios de Erasmus, mayoritariamente europeístas.
Creo que las grandes masas, unidos a esa falta de levadura aristocrática y, a lo mejor me equivoco, a una “exquisita neutralidad” de la Monarquía, ha permitido que hoy el Reino Unido esté en esta tesitura.

Las consecuencias son imprevisibles, pero a los que han votado añorando la grandeza del Imperio, la papeleta se les va a atragantar, entre otras cosas porque se ha roto el rebús sic stantibus que impedía un nuevo referéndum en Escocia.

Lo impensable en breve será realidad. El Reino Unido se desmorona, Escocia ha votado mayoritariamente la permanencia, 62%, también Irlanda del Norte.

Good bye, United Kingdom

De arroyos, fuentes, surtidores...



Fin de semana en Granada. Dormimos en un refugio a 2000 m de altitud en Sierra Nevada. Hicimos una marcha de 11 km por la montaña al día siguiente, con un día esplendido de sol, pero sin calor. Llegamos incluso a tocar la nieve acumulada en los neveros y a lanzarnos bolas en bermudas y camisetas.
La marcha junto a los arroyos que surcaban toda la ladera se hacía deliciosa y bebíamos en ellos, en una comunión con la naturaleza sorprendente para un urbanita como yo.
Se me venía a la cabeza la frase, retenida de los libros de literatura de 6 de EGB, “corrientes de aguas puras, cristalinas, árboles que os estáis mirando en ellas” y como hasta a 2500 m hay cobertura, pude buscarlo en internet, y leer allí mismo a voz en grito el dulce lamentar de dos pastores, Salicio juntamente Nemoroso…
Dormimos en Granada donde vimos la luna llena sobre la Alhambra desde el Albaicín, junto a muchas más personas, no obstante, había belleza para todos.
La visita a la Alhambra del domingo no defraudó. Las yeserías, los mocárabes, los reflejos, el “agua oculta que llora” por todas partes, los mármoles untuosos. El refinamiento islámico a su máxima altura. ¿Dónde quedó? Leímos los versos de la fuente del Patio de los Leones, donde se compara el suave fluir de las aguas que se esconden sin apenas mover el plato con las lágrimas del amante:
¿No ves cómo el agua se derrama en la taza,
pero sus caños la esconden enseguida?
Es un amante cuyos párpados rebosan de lágrimas,
lágrimas que esconde por miedo a un delator.
Disfrutamos todos, niños y mayores. Pero no dudo que a pesar de toda esa belleza insólita, a ninguno se nos olvidará el retrete de la habitación del hotel, con luces y botones, del cual, tal dorada fuente, surgían surtidores de agua fría y caliente, y templadas corrientes de aire.

jueves, 9 de junio de 2016

Conciertazo

Hace bastante calor y nos dirigimos Reyes y yo a la audición de final de curso Reyitas en el conservatorio. Íbamos con el tiempo justísimo, como siempre.

-Que soy la primera- nos avisa por el móvil- y estoy a punto de empezar-
¡Vaya! Me adelanto, corriendo por la calle Jesús del Gran Poder arriba.
Por lo menos que esté uno de los padre (el progenitor A) en tan feliz evento.
Llego a punto del colapso. En el pequeño salón de acto está puesto el aire, menos mal. Justo cuando va a empezar llega también el B.

En el estrado aparece mi hija Reyes.
Lleva un "mono" que le ha comprado su madre y está monísima, con sus casi catorce años, que cumple el mes que viene. Para comérsela. Yo como padre, la veo colocarse en el estrado, afinar la viola de gamba, tan seriecita y ya me basta. No necesito escuchar nada. Me pondría a aplaudir directamente. Mi mujer se ríe, mientras yo le comento en bajito-¿pero tu estas viendo? pero si esta preciosa, pero si... -y mientras se me cae la baba le voy relatando las virtudes de mi hija mayor, asombrado de que no se ponga en pie todo el auditorio y comience a piropearla.  Y ciertamente es sorprendente ver como ha crecido. Allí en el escenario, me doy cuenta. Con el pelo bien peinado, brillante,  recogido con dos horquillas a los lados, que dejan al aire los lóbulos de las orejas, delicadas, con sus perlitas de los chinos, el cuello esbelto, tan delgadita, tan, no se cual es la palabra, tan.. nueva, tan núbil, tan gentil... la veo de otra manera y me admiro, me conmuevo. Después toca una pieza de Telemann acompañada de su profesora.
¡Maravilloso! No me pregunten como tocó, porque me da igual. Para mi fue la mejor y me compensó el viaje, la carrera y el bochorno.

¿Que soy un padre ridículo y se me ve el plumero?
Pues sí.

lunes, 6 de junio de 2016

Qué peñazo

Me sorprendo de que no me interese prácticamente nada el movimiento pre y electoral en el que estamos inmersos. A diferencia  de las anteriores elecciones, en que me tragaba todos los debates y entrevistas y realitis de los políticos con verdadera fruición, ahora es que paso. Pero no  por una pose o una revancha, es que realmente no me interesa en absoluto. Es todo repetido. Ya los conozco. No necesito más. Me aburren y, al tratarse de un nuevo teatro, me resultan patéticos. Además como casi todos, voy a votar, sin ninguna ilusión, exactamente lo mismo que el otro día.

sábado, 28 de mayo de 2016

Que me quiten lo escuchao

Para escuchar los nocturnos de Chopin hace falta un momento especial, un estado de ánimo, un tiempo de tranquilidad.
Esta mañana de finales de mayo es extraña. Llueve en Sevilla y hace fresco. El cielo gris, los paraguas, los turistas preguntándose donde esta el sol de España. Hay ropa tendida en las azoteas, nadie se espera esos chaparrones a estas alturas. Las colgaduras del Corpus, que dejé recogidas tras los balcones para la otra procesión de mañana, están chorreando. No echo para nada de menos los cuarenta grados que bien pueden hacer ya por estas fechas. Parece un otoño intempestivo.

He llegado a casa, tras llevar a los niños a pelar, yo también he aprovechado, y nos hemos dejado un montón de masa capilar en la barbería, yo menos, la verdad, y unos pocos euros también, todo hay que decirlo. Sentados en un sillón de más de cien años, fabricado en San Luis, como los que salen en las pelis del Oeste, de hierro fundido y rejilla, con sus palancas elevadoras, que todavía funcionan, y que han tenido el gusto de conservar.

No sé que ha pasado, Reyes trabaja hoy por la mañana, y los niños están callados. Me he puesto una copa de un tinto bueno que abrí ayer para unos amigos y que quedó a la mitad, y he puesto a Chopin. Creo que no lo escuchaba así, desde que estaba en casa de mis padres. Silencio, abro un libro de JRJ que saqué de la biblioteca, leo "hojas doloridas": a esa hora como ya te he dicho, se apodera de mi una gran nostalgia, producida por los mil recuerdos que embargan mi  mente... casa muy bien con Chopin, aunque yo no siento una gran nostalgia de nada, sino que estoy en la gloria, oyendo llover, los truenos lejanos, los cúmulos de nubes, enormes, a lo lejos, el cielo gris y los niños... ni sé donde están.
No sé cuanto durará este silencio del piano, pero bueno, que me quiten lo escuchao.




miércoles, 25 de mayo de 2016

No hay que perder detalle.

Pilar me llama insistentemente. Yo le doy largas porque estoy en mis cosas. Al final accedo con desgana.
Es para una tontería.
En el baño ha colocado sobre la pared unas figuras de colores formando una ciudad. Me asombro, me admiro, manifiesto incrédulo que lo haya hecho sola…
Ella está encantada de su obra y asegura que no le ha ayudado su hermana mayor. Yo lo niego, ella lo corrobora.
Seguramente he pasado antes por ahí, y he visto los recortes de plástico pegados a la pared  como todos los días después del  baño, sin fijarme que hoy, al menos para ella, tienen una disposición especial y le ha dedicado mayor esfuerzo al diseño urbanístico. Y es verdad, en su pequeñez, está bonito.

Me culpo de no fijarme en los detalles, esos detalles que son la urdimbre de la vida.