Ayer escucho las noticias de la 2. Primer nacimiento con microcefalia por el virus del Zika en España:
De las embarazadas afectadas, varias han alumbrado felizmente, dos han abortado y sólo una ha visto al bebe afectado. Y continúan como si tal cosa.
Yo pego un respingo. Soy consciente de que abortar en España es libre y que mueren miles de bebes al año (con la complicidad de TODOS los Partidos Políticos) pero oírlo así, de pasada, banalizándolo, como si nada, me espanta. Es como si dijeran, las cámaras de gas siguen funcionando adecuadamente, Auschwitz lleva dos días paralizado debido a obras de reparación, pero en breve reanudará su funcionamiento.
martes, 26 de julio de 2016
jueves, 21 de julio de 2016
Jazmines de clausura
Hoy la iglesia estaba silenciosa, y al entrar, el ambiente se notaba cargado.
Estos días de julio, aun de buena mañana hace calor, no ha bajado la temperatura en toda la noche, no ha refrescado.
La luz del sagrario palpita al fondo y llega, entre el olor a cera apagada y humo decantado en altares y bóvedas, el profundo de los jazmines.
Tímidos de suyo, apenas se ven, pero en el vaso de cristal, junto al tabernáculo, entre las rosas, los ha colocado la hermana tornera en la tarde de ayer.
Tras la noche cálida y lenta, esos jazmines han perdido su frescura y emiten un olor agudo que invade el ambiente.
Ese olor maduro y denso me lleva a otro sitio, a las escaleras de la casa de mi abuela, cuando corriendo, llegábamos en tropel mis hermanos y yo las tardes de domingo de estío.
Todo era silencio y sombras, las persianas corridas en la galería. Hasta allí llegaba el perfume, que era a alhucema y brasero, en invierno, de los jazmines de verano.
Era ese mismo olor a flor marchita de hoy.
En la sala, junto al teléfono, o en el dormitorio, en la mesilla de noche, siempre había un recipiente donde flotaban algunos jazmines, que mi abuela recogía del suelo en la azotea y que, pasadas las horas, abiertos, en fragante sacrificio, quedaban exhaustos y amarillentos, en generosa donación.
Los jazmines cambian de olor según las horas del día o si permanecen o no en la rama.
Es en las noches estivales cuando están en su apogeo, como novias confiadas, titilantes como estrellas.
En un búcaro se vuelven cálidos, untuosos, y algo tristes.
Pero por la mañana son como adolescentes y su perfume es retraído y sutil.
Esos jazmines tempraneros, me huelen a piscina, a patio regado y limpio, tras haberse barrido las hojas y los sueños.
¿Porque los relaciono con Hernán?
Oh, Hernán, después supe que se llamaba así, a mis cuatro o cinco años lo llamaba Eznán, compañero de juegos, que perdiste la vida en la piscina, bajo los jazmines. Estos mismos que hoy me traen tu recuerdo. Sé que permaneces joven siempre, ¿con qué edad se estará en el cielo?, que estas ya con tu padre, con tu hermana, tu alegre, bellísima hermana, cuyo recuerdo, misteriosamente, también hoy me ha llegado, al hilo del aroma de los jazmines de clausura.
Estos días de julio, aun de buena mañana hace calor, no ha bajado la temperatura en toda la noche, no ha refrescado.
La luz del sagrario palpita al fondo y llega, entre el olor a cera apagada y humo decantado en altares y bóvedas, el profundo de los jazmines.
Tímidos de suyo, apenas se ven, pero en el vaso de cristal, junto al tabernáculo, entre las rosas, los ha colocado la hermana tornera en la tarde de ayer.
Tras la noche cálida y lenta, esos jazmines han perdido su frescura y emiten un olor agudo que invade el ambiente.
Ese olor maduro y denso me lleva a otro sitio, a las escaleras de la casa de mi abuela, cuando corriendo, llegábamos en tropel mis hermanos y yo las tardes de domingo de estío.
Todo era silencio y sombras, las persianas corridas en la galería. Hasta allí llegaba el perfume, que era a alhucema y brasero, en invierno, de los jazmines de verano.
Era ese mismo olor a flor marchita de hoy.
En la sala, junto al teléfono, o en el dormitorio, en la mesilla de noche, siempre había un recipiente donde flotaban algunos jazmines, que mi abuela recogía del suelo en la azotea y que, pasadas las horas, abiertos, en fragante sacrificio, quedaban exhaustos y amarillentos, en generosa donación.
Los jazmines cambian de olor según las horas del día o si permanecen o no en la rama.
Es en las noches estivales cuando están en su apogeo, como novias confiadas, titilantes como estrellas.
En un búcaro se vuelven cálidos, untuosos, y algo tristes.
Pero por la mañana son como adolescentes y su perfume es retraído y sutil.
Esos jazmines tempraneros, me huelen a piscina, a patio regado y limpio, tras haberse barrido las hojas y los sueños.
¿Porque los relaciono con Hernán?
Oh, Hernán, después supe que se llamaba así, a mis cuatro o cinco años lo llamaba Eznán, compañero de juegos, que perdiste la vida en la piscina, bajo los jazmines. Estos mismos que hoy me traen tu recuerdo. Sé que permaneces joven siempre, ¿con qué edad se estará en el cielo?, que estas ya con tu padre, con tu hermana, tu alegre, bellísima hermana, cuyo recuerdo, misteriosamente, también hoy me ha llegado, al hilo del aroma de los jazmines de clausura.
jueves, 14 de julio de 2016
De franquicias y pecados capitales
Voy a ir con los amigos de "piragua" a un restaurante de pasta donde por 9 euros se puede comer todo lo que se quiera- me dice mi hijo Ignacio, cuando estamos todos sentados a la mesa.
Me imagino a esa pandilla de quinceañeros entrando a saco tras varias horas de entrenamiento y le comento- me parece muy bien, hijo, pero ten en cuenta que la gula es uno de los siete pecados capitales-
¿La qué, la qué? -preguntan los pequeños.
Aprovecho y doy una lección de catecismo.
Contra la envidia, caridad, contra la lujuria, castidad, contra la ira, paciencia, contra la gula, templanza... voy recitando.
¿Ah,y sabes como se llama el bar?- me interrumpe.
-¿No, como?-
y ante mi asombro me responde
-¡Pura Gula!-
Me imagino a esa pandilla de quinceañeros entrando a saco tras varias horas de entrenamiento y le comento- me parece muy bien, hijo, pero ten en cuenta que la gula es uno de los siete pecados capitales-
¿La qué, la qué? -preguntan los pequeños.
Aprovecho y doy una lección de catecismo.
Contra la envidia, caridad, contra la lujuria, castidad, contra la ira, paciencia, contra la gula, templanza... voy recitando.
¿Ah,y sabes como se llama el bar?- me interrumpe.
-¿No, como?-
y ante mi asombro me responde
-¡Pura Gula!-
lunes, 11 de julio de 2016
Victor Barrio, mon ami, mon frere
Muere un torero y con su muerte aflora el pus de una sociedad enferma. Esos comentarios abyectos en las redes, quizá son minoritarios, pero si surgen es porque hay un sustrato social que lo alienta.
Por eso son síntoma de una grave infección. Da miedo ver como se extiende como una epidemia esa corriente animalista y vegetariana propia de países ricos, decadentes, en medio de su opulencia desmesurada.
A nadie en su sano juicio, en un país necesitado se le puede pasar por la cabeza que una mula no pueda uncirse a una noria o sacrificarse un ternero.
Nuestros abuelos no albergarían la menor duda a la hora de matar un gorila entre cuyas garras se halla un niño indefenso y respirarían aliviados cuando éste cayese acribillado a balazos. Jamás culparían a los padres de la criatura en peligro (el niño, claro) ni se lamentarían en lo más mínimo por la muerte del animal.
Eran más humanos.
Nuestra sociedad se está animalizando, esto es, deshumanizando. Estamos perdiendo "civilización" tras siglos de superación frente a la naturaleza salvaje.
Es el hombre el rey de la creación, a cuyo servicio está toda la naturaleza, animales incluidos. La dignidad del hombre es infinita frente a la de cualquier animal. Precisamente por esa dignidad y esa humanidad éste ha de respetar y cuidar la naturaleza en la que se halla, que sólo cobra sentido por la presencia del ser humano en ella.
Los animalistas necios preferirían una naturaleza pura, salvaje, incontaminada, sin la presencia del hombre, al que consideran un mal menor. Sin pensar que la naturaleza es implacable, despiadada, sanguinaria y feroz. Un mundo sin el hombre es un mundo desalmado y absurdo.
Pero es que este virus mental se está infiltrando en la mente de todos y todas de manera sutil pero real. Incluso entre personas nada radicales. Son muchos los que para explicar su antagonismo frente a las corridas de toros arguyen infantilmente -tú te imaginas que a ti te ponen unas banderillas en medio de una multitud ...- y ante ese argumento no se puede replicar porque estamos hablando idiomas distintos. No puedo dialogar con alguien que piensa que un animal siente, padece y sufre como yo, con alguien que cree que Bambi lloró por la muerte de su madre y que las abejas revolotean cantando en un país multicolor.
Mientras tanto miles de seres humanos son abortados ante el aplauso de una sociedad bienpensante moderna y progresista. Mientras tanto los ancianos se confinan en asilos y sus familias se van de vacaciones, mientras tantos se aboga por la eutanasia para los enfermos terminales, mientras tanto... hasta que así nos destruyamos a nosotros mismos, si Dios no lo remedia.
Ha muerto un hombre, Víctor Barrio, mi amigo, mi hermano.
Por eso son síntoma de una grave infección. Da miedo ver como se extiende como una epidemia esa corriente animalista y vegetariana propia de países ricos, decadentes, en medio de su opulencia desmesurada.
A nadie en su sano juicio, en un país necesitado se le puede pasar por la cabeza que una mula no pueda uncirse a una noria o sacrificarse un ternero.
Nuestros abuelos no albergarían la menor duda a la hora de matar un gorila entre cuyas garras se halla un niño indefenso y respirarían aliviados cuando éste cayese acribillado a balazos. Jamás culparían a los padres de la criatura en peligro (el niño, claro) ni se lamentarían en lo más mínimo por la muerte del animal.
Eran más humanos.
Nuestra sociedad se está animalizando, esto es, deshumanizando. Estamos perdiendo "civilización" tras siglos de superación frente a la naturaleza salvaje.
Es el hombre el rey de la creación, a cuyo servicio está toda la naturaleza, animales incluidos. La dignidad del hombre es infinita frente a la de cualquier animal. Precisamente por esa dignidad y esa humanidad éste ha de respetar y cuidar la naturaleza en la que se halla, que sólo cobra sentido por la presencia del ser humano en ella.
Los animalistas necios preferirían una naturaleza pura, salvaje, incontaminada, sin la presencia del hombre, al que consideran un mal menor. Sin pensar que la naturaleza es implacable, despiadada, sanguinaria y feroz. Un mundo sin el hombre es un mundo desalmado y absurdo.
Pero es que este virus mental se está infiltrando en la mente de todos y todas de manera sutil pero real. Incluso entre personas nada radicales. Son muchos los que para explicar su antagonismo frente a las corridas de toros arguyen infantilmente -tú te imaginas que a ti te ponen unas banderillas en medio de una multitud ...- y ante ese argumento no se puede replicar porque estamos hablando idiomas distintos. No puedo dialogar con alguien que piensa que un animal siente, padece y sufre como yo, con alguien que cree que Bambi lloró por la muerte de su madre y que las abejas revolotean cantando en un país multicolor.
Mientras tanto miles de seres humanos son abortados ante el aplauso de una sociedad bienpensante moderna y progresista. Mientras tanto los ancianos se confinan en asilos y sus familias se van de vacaciones, mientras tantos se aboga por la eutanasia para los enfermos terminales, mientras tanto... hasta que así nos destruyamos a nosotros mismos, si Dios no lo remedia.
Ha muerto un hombre, Víctor Barrio, mi amigo, mi hermano.
domingo, 3 de julio de 2016
Puesta de sol
Esta la tarde ya caída. Una tarde de domingo caluroso de julio.
En la azotea se ha levantado el aire ahora y las nubes, como tizones, flotan. Del del incandescente al cárdeno en unos minutos. Los vencejos revolotean en grupos y giran sobre el sol que se oculta.
Todo es silencio, todo es vida callada, todo es paz contenida, como la burbuja en el instante justo antes de quebrarse.
En la azotea se ha levantado el aire ahora y las nubes, como tizones, flotan. Del del incandescente al cárdeno en unos minutos. Los vencejos revolotean en grupos y giran sobre el sol que se oculta.
Todo es silencio, todo es vida callada, todo es paz contenida, como la burbuja en el instante justo antes de quebrarse.