Y aquí me ven, retratado con Teresa Berganza ante la puerta de mi casa.
Tras la entrevista, a la gran mezzo, a la que asistimos en el CICUS, la casualidad quiso que le acompañase a su hotel caminando, explicándole cosas de Sevilla, pero sobre todo, dejando hablar a ella de su historia, cómo no, apasionante.
Una grande que ha convivido con los grandes. Su trato con la Callas, que era diva cuando convenía, me dijo, pero jamás con ella, a la que profesaba inmenso cariño. Su trifulca con Karajan de jovencita y su posterior amistad, lo inmensamente privilegiada que se sentía por haber tenido una vida tan plena. Parece que tengo 200 años, repetía, y a pesar de sus 83, caminaba ágilmente, admirándose de todo. Simpática, sencilla, jovial, confesaba su admiración sin ambages a Victoria de los Ángeles, a Pilar Lorengar, de las que había aprendido infinito.
Un cartel pegado a la pared le llamó la atención: "Carmen", se leía en grandes letras rojas, pero no era la de Bizet, sino una convocatoria de cultos de la hermandad carmelita.
En la entrevista me encantó cuando dijo que de tanto estudiarlos, cantarlos y amarlos, parecía que había conocido a Rossini y a Mozart, y con gran convencimiento afirmó- ya los conoceré, y les preguntaré si les parecían bien mis interpretaciones-
Estoy seguro que los conocerá, (yo también lo espero) y le responderán, sin duda, todo rodeado de ellos, que cantó como los ángeles.
miércoles, 29 de junio de 2016
jueves, 23 de junio de 2016
Goodbye, United Kingdom
Es triste la noticia con la que acabamos de desayunar.
Siempre es penoso que triunfe la desunión, frente a la fraternidad la exclusión. Aunque esté justificada y aunque fuese incluso conveniente. Por
eso de partida, sin entrar a valorar quien tenga o no razón, el hecho de decir
que no al resto de los europeos es una mala y triste noticia.
Exigir al pueblo que vote una cuestión de tanta
trascendencia y con tantas implicaciones políticas y económicas, sin entender
ni conocer la profundidad de las mismas, es un error. Son los políticos, elegidos
por el pueblo los que debieran resolver esas cuestiones y no echar balones fuera
y exigir a millones de personas que no tienen la más mínima idea, ni la
formación técnica suficiente decidir sobre cuestiones que escapan a su
competencia, porque al final ese voto se realiza con el corazón y con el
sentimiento, tantas veces equivocado.
Los ingleses añoran un imperio desaparecido que no tiene
vuelta atrás. A diferencia de España, que ha sido la más grande hace quinientos
años, el esplendor del Imperio es de anteayer por la mañana, son muchos los que
lo han vivido y la mayoría siente la pérdida como una herida abierta todavía.
Se añora esa Inglaterra rural de vicarías y ferias del
condado, donde se da el primer premio al repollo más grande y los niños juegan
en el tiovivo que instalan en los predios del Lord más cercano el día de la
fiesta, que no sé si existe ya.
Parece, que han triunfado los votos de la clase baja,
unidos, leo, a los de la upper class. Ha perdido la sólida clase media, a la
que estos siempre han despreciado, porque a diferencia de los estratos más
bajos, siempre se ha acercado peligrosamente a ella. No hay nada peor para un
inglés aristocrático que un giro o expresión o actitud de clase media, de la
que huyen como de la peste.
Esa clase media que hoy son los universitarios de las
grandes ciudades, los jóvenes de la city, los becarios de Erasmus, mayoritariamente europeístas.
Creo que las grandes masas, unidos a esa falta de levadura aristocrática
y, a lo mejor me equivoco, a una “exquisita neutralidad” de la Monarquía, ha
permitido que hoy el Reino Unido esté en esta tesitura.
Las consecuencias son imprevisibles, pero a los que han
votado añorando la grandeza del Imperio, la papeleta se les va a atragantar,
entre otras cosas porque se ha roto el rebús
sic stantibus que impedía un nuevo referéndum en Escocia.
Lo impensable en breve será realidad. El Reino Unido se
desmorona, Escocia ha votado mayoritariamente la permanencia, 62%, también
Irlanda del Norte.
Good bye, United Kingdom
De arroyos, fuentes, surtidores...
Fin de semana en Granada. Dormimos en un refugio a 2000 m de
altitud en Sierra Nevada. Hicimos una marcha de 11 km por la montaña al día
siguiente, con un día esplendido de sol, pero sin calor. Llegamos incluso a
tocar la nieve acumulada en los neveros y a lanzarnos bolas en bermudas y
camisetas.
La marcha junto a los arroyos que surcaban toda la ladera se
hacía deliciosa y bebíamos en ellos, en una comunión con la naturaleza
sorprendente para un urbanita como yo.
Se me venía a la cabeza la frase, retenida de los libros de literatura
de 6 de EGB, “corrientes de aguas puras, cristalinas, árboles que os estáis
mirando en ellas” y como hasta a 2500 m hay cobertura, pude buscarlo en
internet, y leer allí mismo a voz en grito el dulce lamentar de dos pastores, Salicio
juntamente Nemoroso…
Dormimos en Granada donde vimos la luna llena sobre la Alhambra
desde el Albaicín, junto a muchas más personas, no obstante, había belleza para
todos.
La visita a la Alhambra del domingo no defraudó. Las yeserías,
los mocárabes, los reflejos, el “agua oculta que llora” por todas partes, los
mármoles untuosos. El refinamiento islámico a su máxima altura. ¿Dónde quedó?
Leímos los versos de la fuente del Patio de los Leones, donde se compara el
suave fluir de las aguas que se esconden sin apenas mover el plato con las
lágrimas del amante:
¿No ves cómo el agua se derrama en la taza,
pero sus caños la esconden enseguida?
Es un amante cuyos párpados rebosan de lágrimas,
lágrimas que esconde por miedo a un delator.
pero sus caños la esconden enseguida?
Es un amante cuyos párpados rebosan de lágrimas,
lágrimas que esconde por miedo a un delator.
Disfrutamos
todos, niños y mayores. Pero no dudo que a pesar de toda esa belleza insólita,
a ninguno se nos olvidará el retrete de la habitación del hotel, con luces y
botones, del cual, tal dorada fuente, surgían surtidores de agua fría y
caliente, y templadas corrientes de aire.
jueves, 9 de junio de 2016
Conciertazo
Hace bastante calor y nos dirigimos Reyes y yo a la audición de final de curso Reyitas en el conservatorio. Íbamos con el tiempo justísimo, como siempre.
-Que soy la primera- nos avisa por el móvil- y estoy a punto de empezar-
¡Vaya! Me adelanto, corriendo por la calle Jesús del Gran Poder arriba.
Por lo menos que esté uno de los padre (el progenitor A) en tan feliz evento.
Llego a punto del colapso. En el pequeño salón de acto está puesto el aire, menos mal. Justo cuando va a empezar llega también el B.
En el estrado aparece mi hija Reyes.
Lleva un "mono" que le ha comprado su madre y está monísima, con sus casi catorce años, que cumple el mes que viene. Para comérsela. Yo como padre, la veo colocarse en el estrado, afinar la viola de gamba, tan seriecita y ya me basta. No necesito escuchar nada. Me pondría a aplaudir directamente. Mi mujer se ríe, mientras yo le comento en bajito-¿pero tu estas viendo? pero si esta preciosa, pero si... -y mientras se me cae la baba le voy relatando las virtudes de mi hija mayor, asombrado de que no se ponga en pie todo el auditorio y comience a piropearla. Y ciertamente es sorprendente ver como ha crecido. Allí en el escenario, me doy cuenta. Con el pelo bien peinado, brillante, recogido con dos horquillas a los lados, que dejan al aire los lóbulos de las orejas, delicadas, con sus perlitas de los chinos, el cuello esbelto, tan delgadita, tan, no se cual es la palabra, tan.. nueva, tan núbil, tan gentil... la veo de otra manera y me admiro, me conmuevo. Después toca una pieza de Telemann acompañada de su profesora.
¡Maravilloso! No me pregunten como tocó, porque me da igual. Para mi fue la mejor y me compensó el viaje, la carrera y el bochorno.
¿Que soy un padre ridículo y se me ve el plumero?
Pues sí.
-Que soy la primera- nos avisa por el móvil- y estoy a punto de empezar-
¡Vaya! Me adelanto, corriendo por la calle Jesús del Gran Poder arriba.
Por lo menos que esté uno de los padre (el progenitor A) en tan feliz evento.
Llego a punto del colapso. En el pequeño salón de acto está puesto el aire, menos mal. Justo cuando va a empezar llega también el B.
En el estrado aparece mi hija Reyes.
Lleva un "mono" que le ha comprado su madre y está monísima, con sus casi catorce años, que cumple el mes que viene. Para comérsela. Yo como padre, la veo colocarse en el estrado, afinar la viola de gamba, tan seriecita y ya me basta. No necesito escuchar nada. Me pondría a aplaudir directamente. Mi mujer se ríe, mientras yo le comento en bajito-¿pero tu estas viendo? pero si esta preciosa, pero si... -y mientras se me cae la baba le voy relatando las virtudes de mi hija mayor, asombrado de que no se ponga en pie todo el auditorio y comience a piropearla. Y ciertamente es sorprendente ver como ha crecido. Allí en el escenario, me doy cuenta. Con el pelo bien peinado, brillante, recogido con dos horquillas a los lados, que dejan al aire los lóbulos de las orejas, delicadas, con sus perlitas de los chinos, el cuello esbelto, tan delgadita, tan, no se cual es la palabra, tan.. nueva, tan núbil, tan gentil... la veo de otra manera y me admiro, me conmuevo. Después toca una pieza de Telemann acompañada de su profesora.
¡Maravilloso! No me pregunten como tocó, porque me da igual. Para mi fue la mejor y me compensó el viaje, la carrera y el bochorno.
¿Que soy un padre ridículo y se me ve el plumero?
Pues sí.
lunes, 6 de junio de 2016
Qué peñazo
Me sorprendo de que no me interese prácticamente nada el movimiento pre y electoral en el que estamos inmersos. A diferencia de las anteriores elecciones, en que me tragaba todos los debates y entrevistas y realitis de los políticos con verdadera fruición, ahora es que paso. Pero no por una pose o una revancha, es que realmente no me interesa en absoluto. Es todo repetido. Ya los conozco. No necesito más. Me aburren y, al tratarse de un nuevo teatro, me resultan patéticos. Además como casi todos, voy a votar, sin ninguna ilusión, exactamente lo mismo que el otro día.