El espejo de casa tiene guardado el reflejo de invierno y cuando vuelvo me devuelve una imagen con la tez morena, negra como el carbón. Me sorprendo. Sin embargo el de la playa, ayer mismo, permanecía mudo, nada la parecía extraordinario.
Curioso. Cada cual con su rutina.
jueves, 31 de julio de 2014
martes, 29 de julio de 2014
Un trozo de la Sevilla eterna
Ha muerto Guillermo Uclés. Cuando estoy desayunando frente al mar y veo la playa del Coto de Doñana, como una línea blanca entre el mar y los pinos, leo la triste noticia en un twitter y la confirma el Diario de Sevilla.
Con sus sesenta y nueve años, estaría con las maletas preparadas para venir aquí a Sanlúcar. Yo lo esperaba ver como todos los años, sonriente siempre, tan elegante, incluso en bañador, peinado para atrás. Daba gusto ver una persona tan distinguida, aun cuando viniera de la playa en alpargatas.
Pero con Guillermo se va, Antonio Burgos dixit, un trozo de Londres en Sevilla. Y así es.
Las ciudades tienen un alma, un sabor, un encanto, que poco a poco se va trasformando, y que si no se cuida se va perdiendo. Uclés, la tienda de la Plaza del Salvador, es una parte del alma intangible de la ciudad. Sólo podemos dar las gracias a los hermanos Uclés, por conservar hasta hoy un trocito de la Sevilla auténtica.
Con sus escaparates de madera blanca, sus lámparas de cristal, sus paredes enteladas de verde; incluso habían tenido el buen gusto de conservar las letras doradas del antiguo comercio que ocupaba, “Guantería: La Palma”, con unas reminiscencias decimonónicas evocadoras.
El Escaparate de Uclés, es un compendio de distinción y finura. Sus pañuelos, sus cinturones, sus corbatas, sus colonias…
Entrar en Uclés, es entrar en otro mundo ya desaparecido, un reducto de lo mejor del pasado. Nada ha cambiado desde hace más de cincuenta años. Un estilo de vida, con una cadencia exquisita, pausada y lenta.
Allí iba mi abuela, cuando venía de Utrera a comprar sus pañuelos de batista con flores estampadas, casi transparentes. Sobre los mostradores de cristal y caoba se desplegaban como jardines vaporosos, salidos de sus finas cajas de cartón satinado.
Los frascos de colonia, de olores frutales, traídos de Francia, de Inglaterra... Las brochas de pelo de tejón, y los tarros de crema de afeitar imitando los antiguos de marfil, con un escudo de la flor de lis de “Floris” o similar y que sólo se podían conseguir aquí, o en la deliciosa Jermyn Street londinense...
Todo un universo de refinamiento casi extinto hallará el que entre en esta tienda preciosa. Todavía con sillas para que el cliente descanse mientras le atienden, con esas viejas vitrinas, de madera, rematadas con guirnaldas de bronce, donde los peines de carey, los “complementos” elegantes, los tarros de perfumes y afeites resplandecen como joyas.
Con Guillermo se va una forma de entender la vida. La tienda seguirá ahora con su hermano mayor, esperemos que por muchos años antes de que una franquicia norteamericana la sustituya con su vulgaridad o, lo que es peor, una tienda de recuerdos para turistas, hechos en China, con camisetas costrosas de frases ordinarias colgadas en las puertas.
Adios Guillermo.
Que Dios, de su infinito Amor te colme eternamente.
Adios Guillermo.
Que Dios, de su infinito Amor te colme eternamente.
domingo, 27 de julio de 2014
A LA VIRGEN DEL CARMEN (Improvisación al paso del paso)
Viene la procesión de la Virgen del Carmen de Bajo de Guía, que sale la tarde del último domingo de julio. Aparece por La Calzada y se dirige a la playa por donde sigue con el solo poniente. Oigo los tambores y los cohetes que se acercan, ahora está pasando mi balcón, el mar al fondo, algo le rezo en un segundo.
Virgen del Carmen
tu niño
quiere bajar a la playa
para coger caracolas,
y hallar estrellas de mar
que ponerte en tu corona
La luna en el Coto asoma
y el sol en Bajo de Guía
se pone bajo tus pies,
Virgen del Carmen
no es
el sol quien se va ocultando
pues por donde vas pasando
brillan los claros del día.
Ya está oscureciendo, el mar está gris y plata, el paso de la Virgen, que va sobre una barca, a hombros de pescadores vestidos de blanco, se aleja sobre la arena.
Las gaviota se asustan por los cohetes y sobrevuelan el horizonte. Unas candelas encendidas en las esquinas tiemblan y el viento que trae la marea mueve las hojas de las palmeras.
Patrona de los marineros,
Virgen del mar y del viento
guía nuestras vidas y ruega por nosotros.
Amen.
sábado, 26 de julio de 2014
FORGIVE ME FOR MY SIN
John Julius Reel, del que ya he hablado aquí sobre su estupendo su libro, "Qué pinto yo aquí" se confiesa en esta pagina:
Está en inglés y es muy larga, pero merece la pena leerla entera. Es de una sinceridad que desarma.
Está en inglés y es muy larga, pero merece la pena leerla entera. Es de una sinceridad que desarma.
jueves, 24 de julio de 2014
SALADA CLARIDAD
Y tacita de plata, ambos Manuel Machado y Pemán, tienen
razón. Ayer estuvimos en Cádiz y es ese
fulgor del mar que se cuela por las bocacalles estrechas y lo hace todo
luminoso y brillante, lo que predomina.
Siempre me fascina esta ciudad. Ha tenido la fortuna de
conservarse casi intacta, y uno pasea por esas casas con sus patios estrechos y
sus galerías acristaladas, sus escaleras con sus pasamanos de caoba, su palmera
en el centro, y parece que van a bajar por ellas las tres hijas de un
comandante de marina, con sus trajes de encaje y sus mantillas, para ir a la
novena a la cercana iglesia de San Antonio o Santiago, o que desde las altas
torrecillas de sus casonas, un comerciante de Indias mira con un catalejo la llegada
de los galeones, o que con sus levitas y altos sombreros, varios procuradores a
Cortes se dirigen al Oratorio de San Felipe a discutir sobre la futura Constitución,
mientras se oyen los cañonazos de los franceses, a lo lejos sobre el Castillo
de Santa Catalina, cuyos perdigones de plomo les sirven de peso a las gaditanas
para la punta de sus tirabuzones. Y los heridos de Trafalgar ocupando las casas
de la Ciudad, donde son atendidas por las damas que han convertido sus umbrosos
salones de espejos, palmas y papagayos, en improvisadas enfermería, y el Capitán General de la Real Armada Gravina
muriendo como un héroe trágico y olvidado, y…
(Como las labores familiares me demandan aquí lo dejo y si
tengo tiempo, después seguiré con mi estupendo paseo por Cádiz, si los
elementos no lo impiden…)
Continuación...
Todo esto evoca Cádiz con gran fuerza, ya que como digo, los estropicios y las novedades de los horribles sesenta y el desarrollismo subsiguiente se le infligieron a la maravillosa Playa de la Victoria, todo de Puerta Tierra para afuera, es decir , extramuros, y como una aletargada o dormida caracola quedó la ciudad histórica, con sus viejos edificios de la ilustración caídos, olvidados, muriendo dignamente, como esos antiguos almirantes que los habitaron, combatiendo inexorablemente contra el viento de Levante.
Ay, pero ahora, ahora vuelve a revivir poco a poco, porque
lo ruinoso se puede restaurar, no lo destruido, como pasa en tantos sitios,
como en mi ciudad, Sevilla, cuyas calles o plazas han sido en muchos
sitios asoladas, violentadas por una modernidad mal entendida, profanadas sin
piedad y son ya irrecuperables.
Fuimos en un barco desde el Puerto de
Santa María, un pueblo tan bonito como su nombre, atravesando la bahía, los
niños encantados. A lo lejos nos recibía la Ciudad con el perfil de su Catedral,
como una gran concha dorada del mar.
Fuimos andando hasta La Caleta, entre
plazas maravillosas de profuso y exótico arbolado, entre iglesias barrocas y
palacetes del XVIII o el popular y costroso, pero auténtico, barrio de la Viña.
En el Castillo de Santa Catalina, un cartel
anunciaba: "Los miércoles entrada libre hasta completar aforo para
contemplar la puesta de sol". Me pareció magnífico, ¿tanta gente de buen
gusto habrá como para llenar esa fortaleza de amantes de las cosas hermosas,de las puestas de soles? Es
gratificante que pueda ser así. El Castillo adentrado en el mar como baluarte,
es un lugar privilegiado para ver acabar el día sobre la "plata
quieta" de la bahía... Allí, creo recordar, que un tatarabuelo mío, podía
disfrutarlo cotidianamente, ya que fue el gobernador militar de la Ciudad, por
aquellos días en que la madre de mi centenaria tía Marciala, de la que ya hablé
aquí otra vez, era una joven casadera, muy fina, muy educada y arruinada por la
pérdida de las colonias...
Algo se les va explicando a los niños de
todo esto, y La Pepa, y las Cortes, y el traslado de la Casa de la Contratación
y el apogeo de la ciudad, y Trafalgar y los malditos
y petulantes ingleses y Blas de Lezo... para que se les vaya quitando el
pelo de la dehesa, no todo va a ser One Direction, el futbol o Master Chef, que
indudablemente vimos después.
EL barco de las 9.20, de regreso a El
Puerto, nos recogió a la hora adecuada para ver el círculo perfecto del sol poniéndose
en la línea azul del horizonte, Cádiz detrás, y la Playa de Vistahermesa a
la derecha, donde, a la misma hora, mi amigo EGM se enredaba en una conferencia, de
seguro magnífica, que lamento haberme perdido estando tan cerca.
En definitiva, una tarde espléndida en una ciudad maravillosa.
Ah, y llegamos a tiempo para ver como Vicky, se alzaba con el
premio del programa de los cocineros...
domingo, 20 de julio de 2014
CASTILLOS EN LA ARENA
Al final tuve que abandonar mi “zona
de confort”, esto es, mi periódico y mi butaca playera y acceder a las súplicas
de los dos pequeños, que se quejaban de que los mayores se habían ido a jugar sin
ellos. ¡Vamos a hacer un castillo!- dije
con un entusiasmo perfectamente descriptible.
De forma hexagonal, con múltiples
torres y murallas hice una fortaleza medieval, pero no fue suficiente, Santiago quería el suyo
propio. Tres pirámides escalonadas decrecientes, unidas por la senda de los sacrificios, fue el segundo.
¿Cómo has dicho que se llama, papá?
Yo desde la orilla- el Templo de
Te-noch- ti-tlan-, gritaba. El que me oyese pensaría que estaba pirado…
Hice algunas referencias a los
corazones sangrantes y a cuchillos de obsidiana, pero no seguí para no herir
los tiernos oídos infantiles y por si hubiese cerca alguien de los Servicios
Sociales de lo Políticamente Correcto de la Junta de Andalucía o del Excmo. Ayuntamiento
de Sanlúcar, ciudad moderna donde las haya,
que te recibe con unos carteles de bienvenida que aleccionan sobre los
diversos “tipos de familias” (ya se
pueden imaginar el batiburrillo que forman y como aplican sin reparos la
propiedad conmutativa).
Pero mi propio sacrificio me
deparó un agradable final. Cuando regresé de nadar entre el bravío oleaje, me
encontré la playa desierta. Todos se habían ido a recoger a los demás del
polideportivo. ¡Esta es la mía! pensé.
Me acomodé en mi silla de rayas y
me dispuse a leer mi periódico con una serenidad que ni Venecia…
El sol de la tarde jugaba con las
nubes y se escondía tiñéndolo todo de malva. Tras los grandes cúmulos oscuros
las ráfagas de luz iluminaban el horizonte como grandes focos y los pinos de
Doñana formaban una masa oscura, brumosa y solitaria a lo lejos.
El viento desapacible de la tarde
había dejado una playa vacía, sólo algún paseante con un perro o un corredor,
de vez en cuando. Cerca de la orilla se elevaban
las orgullosas construcciones de arena
que parecían más imponentes y reales al perfilarse frente a la puesta de sol.
Desde niño he odiado la destrucción
arbitraria de los castillos de arenas cuando nos íbamos. Siempre abogaba por
dejarlos intactos para que el viento, la noche y el agua terminaran con
ella mucha más poéticamente. Casi nunca conseguía evitar el instinto depredador
de la infancia.
Ahora, sin embargo, a pocos metros, tenía las construcciones intactas y pude ver
como la marea que subía se acercaba lentamente.
Qué ejemplo, no por obvio, menos
evocador, de la futilidad de las cosas…
Tal vez, piensa uno, tenga razón el famoso crítico de arte inglés, Ruskin, y para qué resistirse al destino, toda obra humana ha de morir, no la toquéis, el arte nació
perfecto en un instante, no lo profanéis con afeites y restauraciones …
No pude continuar leyendo, la melancolía
del atardecer y la destrucción inevitable que se acercaba me impelían a seguir
mirando. Poco a poco, las olas fueron lamiendo las murallas, los templos, que
impasibles iban cayendo, heroicos y resignados.
El mar hacía su trabajo,
inmisericorde.
Toda la romántica fascinación de
la decadente ruina se me ofrecía a mi esa tarde
Y así, a mis pies, a la luz tenue
del crepúsculo, vi como el tiempo -minutos, siglos, da igual- iba, implacablemente, destruyendo las civilizaciones…
jueves, 17 de julio de 2014
MAR EN CALMA
Tengo los auriculares puestos y suena una música
de Debussy. Como no oigo nada de la
realidad, lo veo todo como en una película. Imágenes que se suceden al compás
de las notas. A través del balcón el sol espejea en las olas. Una boya roja,
otra verde flotan perezosamente. Un joven vigoroso nada adentrándose hacia el
horizonte brumoso de tanta luz, de tanto sol, de tanto verano. Una barca lanza
destellos y manda señales en morse
cuando el sol se refleja, ahora sí, ahora no, sobre su flanco. Me gustaría
saber qué dice.
La música es tan evocadora,
una flauta penetrante, unos violines, que duele. Todo está como parado,
retenido, irreal. Entran ganas casi de llorar al sentirse parte de esta
plenitud. Espectador y a su vez, partícula palpitante, actor, de este drama
apasionante que llamamos vida. viernes, 11 de julio de 2014
lunes, 7 de julio de 2014
SÓLO EN CASA
Todos están en la playa. Yo voy y vengo, y algunos días, como ayer, me quedo en Sevilla. Sólo.
Abro la puerta al mediodía y el silencio es ensordecedor. Están los postigos cerrados, la casa oscura. Todo en su sitio. Todo no, un juguete de goma, que el viernes cuando me fui estaba en el suelo del salón sigue allí. Nadie lo ha recogido.
Duermo la siesta. Es la paz del cementerio.
Por la noche quedo con varios amigos, algunos están solos también. Nos tomamos unas cervezas fresquísimas en botellines helados y unos montaditos crujientes deliciosos.
Pasamos un buen rato, charlando de lo divino y de lo humano.
Sobre las doce aparece otro amigo del colegio que vive cerca, a tomarse una última copa con su mujer. No sé si sentirá envidia, al ver al grupo de amigos de siempre en plan “alegres cervecitas”.
Se va de nuevo. Él y ella, juntos. Yo sí que lo envidio.
Abro la puerta al mediodía y el silencio es ensordecedor. Están los postigos cerrados, la casa oscura. Todo en su sitio. Todo no, un juguete de goma, que el viernes cuando me fui estaba en el suelo del salón sigue allí. Nadie lo ha recogido.
Duermo la siesta. Es la paz del cementerio.
Por la noche quedo con varios amigos, algunos están solos también. Nos tomamos unas cervezas fresquísimas en botellines helados y unos montaditos crujientes deliciosos.
Pasamos un buen rato, charlando de lo divino y de lo humano.
Sobre las doce aparece otro amigo del colegio que vive cerca, a tomarse una última copa con su mujer. No sé si sentirá envidia, al ver al grupo de amigos de siempre en plan “alegres cervecitas”.
Se va de nuevo. Él y ella, juntos. Yo sí que lo envidio.
Ventajas de la crisis
El otro perdí la cartera. Vaya faena.
Afortunadamente me han llamado de la policía diciendo que la han encontrado. Cuando la recojo veo que está toda la documentación: dni, carnet de conducir, tarjetas… pero ni un duro.
No era de extrañar… ya que estaba vacía.
Afortunadamente me han llamado de la policía diciendo que la han encontrado. Cuando la recojo veo que está toda la documentación: dni, carnet de conducir, tarjetas… pero ni un duro.
No era de extrañar… ya que estaba vacía.